martes, 18 de octubre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (IV de VII)

IV

EL ISRAEL DE DIOS

Gál. VI, 16

Entre las señales que nos anuncian la proximidad de la vuelta de Cristo, no hay nada más convincente, más claro, más fácil de verificar que la reunión de los judíos en Palestina.

Me permitiré relatar tres recuerdos que se escalonan en un espacio de 35 años.

El más antiguo se remonta a los años 1900 a 1903.

Hacía yo mis estudios en el Sagrado Corazón de Montfleury, cerca de Grenoble. En el curso de instrucción religiosa, se nos enseñó que un signo evidente del fin próximo de nuestro mundo actual sería la reunión de los judíos en la tierra de Israel.

¡Cuánto hubiera deseado ver este acontecimiento extraño que nada, absolutamente nada, hacía prever!

Treinta años han pasado y vemos… vemos el "milagro judío".

Cuando fuí a Palestina, el año 1928, consideré por cierto con gran interés el esfuerzo sionista. El sionismo no estaba sino en sus comienzos y, en lo que pude apreciar, se notaba más, en este agrupamiento, la voluntad determinada de millonarios americanos que la de todo un pueblo deseoso de volver a entrar en su tierra, para "rehacerla".

Pude cerciorarme que los hermanos Tharaud tenían un vasto campo de experiencias que explotar, para sus futuras novelas. Sin embargo, qué sonrisa tan escéptica sentía yo deslizarse por mis labios pensando en la felicitación tradicional que se dirigían anualmente los judíos unos a otros: "El año que viene en Jerusalén".

Entre tanto, ¿cuál ha sido después la marcha de los acontecimientos?

En Mayo de 1935 asistí a la ceremonia conmemorativa del décimo aniversario de la fundación de la Universidad de Jerusalén. Los siete oradores de origen judío o cristiano, que en esa circunstancia tomaron la palabra estuvieron obligados, sin que todos conocieran las profecías, a proclamar que es preciso esperar de este pueblo una efusión de nuevos valores espirituales sobre el mundo, tiempos de justicia, de paz y de verdad.

No recuerdo el nombre de estos oradores, pero la incredulidad notoria de muchos daba, sin que ellos lo quisieran, el más brillante testimonio de la veracidad de la Palabra de Dios. El viejo espíritu racionalista de estos universitarios estaba amortiguado, casi vencido, al contacto de la potente transformación de la tierra de Israel y casi todos se sirvieron de esta expresión "el milagro judío", para caracterizar la repentina restauración del "Erest-Israel"[1].

¡El milagro! ¡Los racionalistas creen, pues, en milagros en estas circunstancias! Y nosotros, los cristianos vivimos viendo "este milagro", y ni comprendemos su significado, ni siquiera nos preocupamos de él.

He relatado estos tres recuerdos, pues ellos ilustran la evolución de un alma sincera, escéptica primero, después convencida. Sincera en su esperanza de niño; escéptica sobre el éxito del Sionismo, en fin, convencida por la evidencia del renacimiento de Israel en su tierra: "el milagro judío".


***

La reunión de Israel merece, por sus relaciones estrechas con nuestro objeto, un estudio más detenido. Sucesivamente vamos a considerar:


I.- PROFECIAS QUE ANUNCIAN LA DISPERSION DEL PUEBLO DE DIOS;

II.- LAS PROFECIAS QUE ANUNCIAN SU REAGRUPAMIENTO;

III.- LAS TRANSFORMACIONES MATERIA LES DE LA TIERRA DE ISRAEL.




[1] Es interesante considerar la importancia que se le concede en los medios israelitas al nuevo nombre de la Palestina: "Erest-Israel", la tierra de Israel. Este nombre conviene mejor a la tierra judía que el de Palestina, que quiere decir tierra de filisteos. Por otra parte, las promesas de Dios son formales: "Los restablecerá en su tierra" (Is. XIV, 1). "Habitarán en su país" (Jer. XXIII, 8). "Os colocaré en vuestro suelo (Ez. XXXVII, 12).