miércoles, 21 de septiembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (I de VII)

TERCERA PARTE

LAS SEÑALES

"Estad atentos, ved que os lo he anunciado
todo con antelación" (Mc. XIII, 23).

" Pero al comenzar estas cosas a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza
porque se acerca vuestra redención" (Lc. XXI, 28).


I

¿CUAL SERA LA SEÑAL DE TU PARUSIA?

Mt. XXIV, 3

"¿Cuál será la señal de tu parusía?". Tal fué la pregunta que los apóstoles pusieron a su Maestro, algunos días antes de su pasión, mientras contemplaba Jerusalén y las grandes construcciones del templo.

En respuesta, el Señor les indica los signos precursores de su vuelta, y agrega, después de haberles enseñado detenidamente: "Ved que os he predicho todo" (Mc. XIII, 23).

Tratemos de recordar las señales dadas por Jesús y demostrar que hay algunas muy importantes que tienen actualmente un principio cierto de realización.

Su valor es incontestable y su sentido es manifiesto. Ellas nos conducirán a decir, para apropiarnos las grandes palabras de Cristo: "Pero al comenzar estas cosas a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza porque se acerca vuestra redención" (Lc.XXI, 28).

"Estad atentos a todo lo que vamos a decir, pues no es una historia de cosas ya sucedidas, es una profecía de cosas que van a venir y que sucederán ciertamente. No es que nos erijamos en profetas, no somos dignos ni de este honor ni de esta función, no haremos más que recordar lo que está escrito tocante a las señales que precederán a la segunda venida". "Conservad, pues, el recuerdo, tratad de enseñarlo a los otros, sobre todo instruid a vuestros niños".

Así se expresaba en el siglo IV San Cirilo de Jerusalén en su XV catequesis.


Detallaba en seguida cada una de las señales del fin de los tiempos, probando que estaban realizadas y que el Señor Jesús iba a aparecer pronto.

Es curioso constatar que en esta época ya se pretendía enseñar la realización próxima de las señales de la segunda venida. Ahora, si recorremos los siglos transcurridos encontraremos sin cesar el mismo estado de espíritu.

Cada siglo ha pensado que sería quien vería a Cristo y cada siglo ha creído en la realización de las diez y nueve señales dadas por Jesús. Y son hombres de fe los que hablan así.

Pero ¿qué decir de las historias legendarias creadas respecto del año mil? En ciertos medios católicos y protestantes muchos creen todavía en esos pretendidos errores, pero desde hace muchos años, se enseña que esto no es más que una leyenda elaborada en el siglo XIII y que Michelet, entre otros, ha popularizado por una descripción dramática de la noche del 31 de Diciembre de 999. El eminente historiador Godofredo Kurth ha destruído definitivamente esta mistificación "recuerdo de una de las más curiosas equivocaciones de la erudición moderna"[1].

Errores reiterados en el curso de las edades, fechas dadas a la ligera sobre la vuelta de Jesús, han destruído parcialmente la fe de los cristianos en este día, el más admirable.

Es de "buen tono" en la Iglesia Católica, como entre los protestantes de las Iglesias oficiales, no pasar por ingenuos que esperan la venida de Cristo. Pero el cardenal Newman, en un notable sermón ha respondido a aquellos que piensan así y les ha de-mostrado que su actitud, en realidad, es una falta de amor.

"Si es verdad que los cristianos han esperado al Cristo sin que venga, es igualmente verdadero que, cuando El venga realmente, el mundo no le esperará. Si es verdad que los cristianos han imaginado ver señales de su venida cuando aún no las había, también es igualmente verdad que el mundo no verá las señales de su venida cuando se presenten”.

"Estas señales no son tan evidentes como para que vosotros no tengáis necesidad de buscarlas, ni tan evidentes que no os podáis equivocar en su búsqueda; pero vosotros tenéis que escoger entre el peligro de pensar ver lo que no es y no ver lo que es. Es verdad que muchas veces y en muchas épocas los cristianos se han equivocado creyendo discernir la venida de Cristo; pero vale más creer mil veces que Él viene cuando no viene, que una sola vez creer que Él no viene cuando viene. Tal es la diferencia entre la Escritura y el mundo. Siguiendo la Escritura estaremos siempre esperando a Cristo; pero siguiendo al mundo, no le esperaremos jamás. Él debe venir un día, tarde o temprano. Los espíritus del mundo se burlarán hoy de nuestra falta de discernimiento; pero, precisamente los sin discernimiento triunfarán al fin”.

“¿Y qué piensa Cristo de estos burlones de hoy? Nos pone en guardia expresamente, por su apóstol, contra los burlones que dirán: "¿Dónde está la promesa de su Parusía?" (II Ped. III, 4)”.

"Preferiría ser de aquellos que, por amor de Cristo y falta de ciencia, toman por señal de su venida un espectáculo insólito en el cielo, cometa o meteoro, y no de aquellos que, por abundancia de ciencia y falta de amor, no hacen más que reírse de este error".

"Observemos todavía que, en los casos de que hablo, las personas que esperan a Cristo obedecen a Dios, no sólo por el hecho de esperar, sino también por el modo cómo aguardan y por las mismas señales que informan su expectación. Siempre desde el principio los cristianos han esperado a Cristo por las señales del mundo material y del mundo moral. Si ellos eran pobres e ignorantes, los fenómenos celestes, los terremotos, las tempestades, las cosechas destruídas, las enfermedades, toda cosa prodigiosa y extraña les hacía pensar que estaba próximo”.

"Cuando observaban el mundo político y social, y consideraban las conmociones de los Estados, las guerras, las revoluciones, todos estos hechos tenían el efecto de impresionarlos y de preparar sus corazones a recibir a Cristo”.

"Estas cosas son precisamente las que Él nos ha propuesto considerar y que nos ha dado como señales de su venida. Jesús dijo: "Y habrá señales en sol y luna y estrellas y sobre la tierra, ansiedad de naciones, en confusión de ruido de mar y agitación (de sus olas) desfalleciendo (los) hombres de temor y expectación de lo sobreviniente al mundo habitado, porque las virtudes de los cielos serán sacudidos… Pero al comenzar estas cosas a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza porque se acerca vuestra redención (Lc. XXI, 25-28)”[2].


***

Sin precisar, ni aún de lejos, pues la palabra del Señor es clara: "Pero acerca del día aquel y hora, nadie sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre sólo" (Mt. XXIV, 36), vamos a averiguar, sin embargo, si se debe creer que "la estrella matutina" puede aparecer pronto (Apoc. XXII, 16; II Ped. I, 19).

Las señales del mundo natural nos detendrán poco, — ríos de tinta han corrido sobre este punto en el curso de los siglos, — pero nos atendremos a signos particularmente evocadores:

La apostasía de los Estados y de las masas;

La aspiración por las dictaduras y la crisis económica mundial;

La reunión de los judíos en Palestina[3].


SEÑALES DEL MUNDO NATURAL.

De signos astronómicos observados en el sol, en la luna, en las estrellas, han sacado, en ciertos medios protestantes y adventistas, precisiones muy interesantes, pero parece difícil apoyarse exclusivamente sobre ellas. Los lentes astronómicos permiten observar en nuestros días fenómenos nuevos que en otro tiempo no pudieron ser revelados.

La última lluvia de estrellas del 2 de Octubre de 1933 ¿será un signo? En España la gente se precipitaba a las iglesias, creyendo llegado el fin del mundo; colas de cometa dejan caer meteoritos encendidos. Se cuentan alrededor de 146 mil millones de estrellas errantes "que caen del cielo" en un año[4].

¿Puede afirmarse que aumentan los terremotos?

Esto es efectivo según las observaciones sismológicas, pero ha de considerarse también la potencia de nuestros sismógrafos que no poseían nuestros antepasados y que registran las menores sacudidas sísmicas.

Las hambres, las pestes, las guerras han sido de todos los tiempos. De todas maneras tenemos aquí algo más. La amplitud de la última guerra, y las hambres de Rusia y de China son sin precedentes.

Demos algunas cifras respecto a la última guerra.

La guerra de 1914-1918 ha causado 10.000.000 de muertos, o sea, 6.400 hombres por día. Si comparamos estas hecatombes a las campañas napoleónicas, constatamos que las máquinas nuevas han transformado la guerra. Todas las guerras de Napoleón no han sumado más de 200.000 muertos, o sea dos veces y media menos que la sola batalla del Mame.

¿Sabéis a qué cifra formidable asciende la sola batalla del 21 de Marzo al 6 de Abril de 1918? A 800.000 muertos, o sea 50.000 por día.

¡Cuatro días de batalla igualan en muertos a todas las guerras de Napoleón!

Por consiguiente, todas estas señales del mundo natural parecen estar, en desarrollo creciente y cada una de ellas nos clama a su manera:

Estad sobre aviso (Mc. XIII, 23).




[1] "Dictionnaire Apologétique", Artículo: "An mille", t. III, p. 514 (Beauchesne, 1916).

[2] Newman: "La Vie chrétienne", trad. por Henri. Bremond. Bloud 1911. Sermón: "L'attente du Christ", p. 369.

[3]  El estudio de estos signos será hecho en los capítulos siguientes.

[4] Entrevista del astrónomo Lionel Filipoff, del Observatorio de París, en el "Ami du Peuple", 11 de Octubre de 1938.