domingo, 20 de marzo de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Primera Parte: Volverá (IV de XVI)

IV

LES HIZO HERMENÉUTICA DE LO QUE EN TODAS
LAS ESCRITURAS HABÍA ACERCA DE ÉL

Lc. XXIV, 27

Junto a la circunstancia típica de que Jesús se valió para darse a conocer en Nazaret, en que dió cumplimiento y vida al "rollo del Libro que de Él está escrito", otros dos episodios, dos lecciones bíblicas no menos características, nos muestran cómo, después de su resurrección, quiso fundar la enseñanza de sus discípulos sobre el cumplimiento de las profecías en su persona.

Jesucristo insistía sobre "todo lo que han dicho los profetas" (Lc. XXIV, 25).
Este deseo del Maestro fué comprendido por los evangelistas. Los Evangelios — principalmente de Juan y Mateo — refiriendo los acontecimientos de la vida de Cristo, se apoyan constantemente sobre textos proféticos ¡Cuántas veces leemos en el Evangelio: "A fin de que se cumpliese la profecía" o "Está escrito"!

Las dos lecciones bíblicas dadas por Jesús han sido relatadas por San Lucas en el capítulo XXIV. Ellas tuvieron lugar en la tarde de la resurrección, como conclusión de su vida de sufrimiento. Son las primacías de la vida "de gloria" como dirá el apóstol Pedro.

El primero de los relatos de San Lucas nos muestra a Jesús bajo el aspecto de un viajero, que encuentra a los discípulos, que se dirigían de Jerusalén a Emmaús. Estaban tristes, Jesús les habló, "pero sus ojos estaban como cerrados" — ¡siempre ojos para no ver! — y no le reconocieron. Entonces Jesús les preguntó y expusieron la causa de su tristeza, la condenación a muerte, la crucifixión… de un profeta, poderoso en obras y palabras delante de Dios: "En cuanto a nosotros esperábamos que Él sería el que libraría a Israel". Encontramos aquí, tomado a lo vivo el pensamiento mismo de los íntimos de Cristo.


Jesús continuó oyendo el relato de los hechos que les había turbado, aquel de la exposición de las mujeres, que habían dicho "que Él estaba vivo" ¡Pero no se le había visto! “¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas!, díjoles Jesús. ¿No era necesario que el Cristo sufriese así para entrar en su gloria? Y comenzando por Moisés, y por todos los profetas, les hizo hermenéutica de lo que en todas las Escrituras había acerca de Él”.

Los discípulos no le reconocieron todavía: fué precisa la fracción del pan: "Entonces los ojos de ellos fueron abiertos y lo reconocieron; mas Él desapareció de su vista. Y se dijeron uno a otro: “¿No es verdad que nuestro corazón estaba ardiendo dentro de nosotros, mientras nos hablaba en el camino, mientras nos abría las Escrituras?” (Lc. XXIV, 31-32).

La enseñanza del Maestro ha sido comprendida y he aquí que los dos discípulos tienen los ojos abiertos y el corazón ardiendo al darse CUENTA DE QUE JESUS ES COMO UN ROLLO VIVO DE ESCRITURA". “¡Les hizo hermenéutica de lo que en todas las Escrituras había acerca de Él!". Verdaderamente, delante de ellos el Señor había desenrollado "la primera parte" del libro: les había explicado el misterio de la Cruz, escándalo para los judíos y locura para los gentiles.

El mismo día, algunas horas más tarde, Jesús desarrolló la misma enseñanza, delante de los Once reunidos, diciéndoles: "Esto es aquello que Yo os decía, cuando estaba todavía con vosotros, que es necesario que todo lo que está escrito acerca de Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos se cumpla”. Entonces les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras. Y les dijo: “Así estaba escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se predicase, en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas (Lc. XXIV, 44-48).

***

La dos lecciones bíblicas del Señor habían versado principalmente sobre el misterio de su sufrimiento, aquel que había sido el más descuidado e incomprendido. Jesús no había puesto el acento sobre el misterio de su Vuelta y de su Reino glorioso, dejando este cuidado a sus discípulos a los cuales "por espacio de cuarenta días y hablando de las cosas del reino de Dios" (Hech. I, 3).


Por esto Pedro, Santiago y Juan y especialmente el apóstol Pablo, se hicieron predicadores del "siglo futuro".