jueves, 4 de febrero de 2016

El Sexto Sello (I de IV)

El Sexto Sello

En la literatura apocalíptica el sexto Sello ha venido a ser casi un lugar común para significar el fin del mundo, la Parusía o algo semejante, pero en nuestra opinión no hay base alguna para sostener semejante interpretación.

Tampoco creemos que una correcta exégesis de este texto sea extremadamente importante para entender el Apocalipsis pero nos parece necesario tratarlo porque si el sexto Sello fuera lo que la gran mayoría cree que es, entonces casi que no quedaría más opción que aceptar la teoría de la recapitulación.

En una palabra: el sexto Sello parece como el último reducto en el cual se atrinchera la escuela de la recapitulación dado que los demás baluartes pueden ser fácilmente atacados y vencidos.

Los que propugnan esta teoría argumentan, básicamente, de la siguiente manera: las primeras seis Trompetas (VIII, 7-IX, 21) son ciertamente anteriores a lo narrado en VI, 12-17; por lo tanto no quedaría más opción que recapitular.

Está fuera de discusión que los sucesos descriptos en VI, 12-17 son posteriores a las Trompetas, pero la pregunta es: ¿describe VI, 12-17 el sexto Sello?

Aquí está toda la diferencia y por lo tanto toda la dificultad a resolver. No queda más opción que analizar debidamente el texto con su contexto.

Los capítulos IV-V, que dan comienzo a las grandes visiones del Apocalipsis, nos describen el Trono de Dios y la toma de posesión del libro Sellado que el Cordero se encarga de desatar.

Con los cuatro primeros Sellos el Vidente ve aparecer en el cielo cuatro jinetes que simbolizan acontecimientos en la tierra, mientras que en el quinto San Juan ve las almas de los mártires bajo el altar.

Tras estos cinco Sellos el Vidente dice (VI, 12-17):

“Y vi cuando abrió el sello, el sexto y un gran terremoto se produjo y el sol se puso negro como un saco de crin y la luna entera se puso como sangre. Y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, como la higuera arroja sus brevas, sacudida por un fuerte viento.  Y el cielo fue retirado como un rollo que se envuelve y todo monte e isla fueron movidos de sus lugares. Y los reyes de la tierra y los magnates y los quiliarcas y los ricos y los fuertes y todo siervo y libre se escondieron en las cuevas y entre los peñascos de los montes. Y dicen a los montes y a los peñascos: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del Sedente en el trono y de la ira del Cordero; porque ha llegado el día, el grande, de la ira de ellos y ¿quién puede estar de pie?”.

¿Es éste, necesariamente, el sexto Sello?

Primero veamos que no todos los autores defienden la identidad de este pasaje con el sexto Sello.

Straubinger comenta VI, 12:

“Algunos consideran que este sello, el 6º en orden de colocación en el libro, no es abierto sino después del 7º (VIII, 1), porque la gran tribulación (7º sello) es necesariamente anterior a las catástrofes cósmicas que aquí se anuncian y que preceden inmediatamente a la Parusía (v. 17). El Señor dice, en efecto, que el oscurecimiento del sol, etc. se verificará “inmediatamente después” de la tribulación (Mt. XXIV, 29; Mc. XIII, 24); que la Parusía vendrá después de aquello fenómenos (Lc. XXI, 25); que las persecuciones contra los justos serán “antes de todo eso” (Lc. XXI, 11-12). Es de observar que San Juan, a diferencia de los otros sellos, dice aquí “yo vi cuando Él abrió”, lo cual podría ser una visión anticipada del fin. Y parece confirmarlo el hecho de que en VII, 14 (bajo el 6º sello) nos muestra ya a los elegidos y a los que vienen de la gran tribulación, como si las calamidades del 7º sello hubiesen ya pasado. Según esto, estas serían la respuesta de Dios a la oración clamorosa de los santos del 5º sello (VI, 9-11), y así lo vemos en VIII, 3-5. Quedaría también explicado así el silencio de media hora en el cielo (VIII, 1), fenómeno que nadie aclara y que consistiría simplemente en que cesaba de oírse aquello clamor de los santos (VI, 10). La media hora sería el poco de tiempo de reposo que se les indicó en VI, 11. Gelin que ha observado este fenómeno (cf. VIII, 1 y nota), dice: “Juan utiliza el esquema sinóptico en el cual parece haber querido introducir este orden general: plagas sociales (1º a 5º) y luego las cósmicas (6º). Ha encerrado varias plagas en el 6º sello para poder derivar hacia el 7º, que está vacío, la segunda serie de calamidades”. Pero no se entiende cómo podrían continuar estas pruebas si la Parusía tiene lugar al fin del 6º sello. En todo caso, los acontecimientos escatológicos de que habla San Pablo (I Tes. IV, 15 s) no podrán ser anteriores a la gran tribulación o período del Anticristo, como dice cierta exégesis protestante, sino que se refieren, como está anunciado, únicamente a la Parusía, en la cual los muertos y “los que quedemos”, seremos, cuando Él descenderá del cielo (ibid. v. 16), arrebatados a su encuentro para estar con Él siempre (ibid. v. 17) y no sólo por un período. Esto explicaría, finalmente, la existencia de justos sobre la tierra en tiempos del Anticristo (cfr. XIII, 7 y XX, 4), de modo que la promesa que Jesús hace a sus amigos de escapar a todas las calamidades (Lc. XXI, 36), repetida a la Iglesia de Filadelfia (III, 10), ha de explicarse como una especial protección, mediante la cual “no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza” (Lc. XXI, 18). Véase por ejemplo XII, 6 y 14. En cuanto a los sucesos aquí anunciados, véase los vaticinios de Jesucristo sobre la destrucción de Jerusalén y el fin del siglo en Mt. XXIV y en Lc. XXI. Cfr. Is. XXIV, 19 ss; Os. X, 8; Joel II, 30-31; III, 12-15; Amós VIII, 9 s.”.


Lo importante para nuestro fin es lo que hemos subrayado cuando admite la posibilidad que VI, 12-17 sea una visión anticipada y no el sexto Sello, lo cual compartimos por completo; sin embargo su pensamiento nos parece un tanto confuso.

Lo que dice básicamente, si mal no hemos entendido, es que los Sellos sexto y séptimo están cambiados, o mejor dicho, que el que es nombrado en sexto lugar ocurre después del descripto en séptimo lugar.

Las razones no nos convencen en absoluto.

a) Comienza diciendo que la gran tribulación es el séptimo Sello, lo cual es falso porque el texto no dice eso.

b) Primero dice que el Séptimo Sello está en VIII, 1 y luego en VII, 9-17 (los que vienen de la gran Tribulación).

c) Por último afirma que este Sello es diferente de los demás porque comienza diciendo: “y ví cuando abrió” en lugar de “y cuando abrió…”.

Este último punto nada prueba porque el primer Sello comienza igual

“Y vi cuando abrió el Cordero el primero de los siete sellos…” (VI, 1)

Y si esta construcción indicaría lo que sospecha Straubinger, en buena lógica podríamos decir que los Sellos primero y segundo no están en orden cronológico.

Antes de pasar a la parte que más nos interesa tratemos de responder esta pequeña cuestión: ¿cuál es la razón de la diferencia entre el enunciado del primer y sexto Sellos por un lado y los otros cinco?

La respuesta nos parece muy sencilla.

El capítulo V termina narrando la toma de posesión del libro sellado y la alabanza de los ángeles, es decir, San Juan está viendo el trono y todo lo que sucede en él, y cuando se abre el primer Sello vé al Cordero en el acto de desatar el primer Sello, y por eso dice “y ví cuando abrió…”; ahora bien, en el primer Sello San Juan oye a uno de los Vivientes que llama al primer jinete, el cual hace su aparición y a partir de entonces vuelve su vista hacia estos nuevos sucesos e incluso parecería que “se asoma” a la tierra.

En definitiva, la historia se repite hasta el cuarto Sello y ya con el quinto vé a los mártires que están bajo el altar, y así al desatarse el sexto puede volver a ver al Cordero en el acto de desatar los Sellos, razón por la cual es de creer que el altar donde están las almas de los mártires ha de estar cerca del altar de oro (o de los perfumes) que está “ante el trono de Dios” (VIII, 3; IX, 13).

Lo mismo se vé en el séptimo Sello. Cuando el Cordero abre el último en VIII, 1, San Juan no lo vé en el acto de abrir, puesto que en VII, 13-17 uno de los Ancianos le dirigió la palabra al Vidente. La historia se repite con lo sucedido en los primeros cuatro Sellos.