domingo, 31 de enero de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Introducción (II de V)

II

"EN NOMBRE DE SU APARICION Y DE SU REINO"

II Tim. IV, 1

Lo que yo narro aquí lentamente, se precipitó en mi espíritu con una violencia, una rapidez sorprendente. Aquellos que han conocido horas de luz intensa, saben que bastan algunos instantes para el trabajo divino. Un minuto, bajo el rayo transformador, es más poderoso en resultados que años de estudio intelectual.

Entonces, numerosos textos de Escrituras se presentaron en mi memoria en apoyo del primero:

Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor”. (I Tes. IV, 17).

Y el Evangelio de San Lucas, el de la misa de esa misma mañana:

¡Bienaventurados esos servidores, que el amo, cuando llegue, hallará velando! En verdad, os lo digo, el se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles. Y si llega a la segunda vela, o a la tercera, y así los hallare, ¡felices de ellos!(Lc. XII, 37-38).

¡No había aplicado estas palabras, pensaba yo, más que al día de mi muerte! ¡Pero esto es un error evidente, esto es falsear su verdadero sentido! Esta interpretación es el fruto de un individualismo un poco culpable, ¡como si no hubiera nada interesante fuera de nuestra "pequeña persona"! Sentía una impresión de disgusto profundo por este egoísmo espiritual que lo desmenuza todo, lo reduce todo, lo limita todo, lo refiere todo al odioso yo y deja a Dios en la penumbra.

Entonces me apareció con nuevos trazos luminosos la grandeza de la segunda venida de Jesús: el único acontecimiento futuro que merece retener la plenitud de nuestra atención.

Comprendí que si la expectación del Mesías había dominado la existencia humana, desde el Edén hasta Belén, la esperanza de su vuelta domina al mundo cristiano desde la Ascensión sobre el Monte de los Olivos, hasta su aparición gloriosa, que se hará "de la misma manera" que su partida (Hech. I, 11).

¡Esperanza de su vuelta! ¡Expectación de su venida! ¡Pero eso es evidentemente lo que el apóstol Pablo tiene en vista cuando habla de aguardar el cumplimiento de "la bienaventuranza!" (Tit. II, 13).

Por primera vez sentía que la "pequeña esperanza" de Péguy, debía transformarse, llegar a ser una poderosa palanca que nos levante "hasta lo que está detrás del velo; donde, como precursor, Jesús entró" (Hebr. VI, 19-20) y de donde volverá a nosotros.

Nuestra, "viva esperanza" (I Ped. I, 3) son estas palabras:

¡VOLVERÁ! ¡REINARÁ!