lunes, 9 de noviembre de 2015

Algunas Notas a Apocalipsis III, 7

7. Y al ángel de la Iglesia en Filadelfia escribe: “Estas cosas dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cerrará, y que cierra y nadie abre:

Notas Lingüísticas:

Zerwick: “ἀληθινός, vero, veraz; hebraísmo: fiel con respecto a las promesas”.
             
Zerwick: “Tener la llave = tener el pleno dominio sobre la casa”.
              
Allo: “ἀληθινός (Verdadero), palabra joánica que significa “auténtico, ideal” o “verdadero, fiel a Sí mismo”. Cfr. Is. LXV, 16.
        
Allo: “Remarcar el presente ἀνοίγει (abre), después del futuro κλείσει (cerrará). Algunos manuscritos los han querido unificar sea por dos presentes o por dos futuros…”.
       
Allo: “Llave (de la casa) de David, cfr. Is. XXII, 22”.


Comentario:

Iglesia bajo Enoc y Elías: primera mitad de la Septuagésima Semana de la profecía de Daniel.

El título de Cristo está tomado de VI, 10:

"¿Hasta cuándo, oh Señor, el Santo y Verdadero, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?".


Esta Iglesia es la que da comienzo a la septuagésima semana de Daniel y que termina con la abominación de la desolación en el lugar Santo, como lo indicó Nuestro Señor en su Discurso Parusíaco, la cual abominación, a su vez, marcará el inicio de la Iglesia de Laodicea e incluirá los tres años y medio del Anticristo.

En el sermón Parusíaco Nuestro Señor dividió su discurso claramente en dos partes: antes y después del Anticristo profanando el Templo. El primer período coincide con la Iglesia de Filadelfia e incluye: los 7 sellos y las primeras 5 Trompetas (la sexta tiene lugar al mismo tiempo que la asunción de los dos Testigos a los cielos, es decir tres días y medio después del comienzo del reinado del Anticristo), mientras que durante la Iglesia de Laodicea tienen lugar las dos últimas Trompetas, las siete Copas, la destrucción de Babilonia, del Anticristo y del Falso Profeta.

La misma división se encuentra en el Apocalipsis donde hay dos grandes grupos de visiones: una en el cielo que comienza en el cap. IV y termina en el cap. IX inclusive y que incluye las visiones referentes a la primera mitad de la septuagésima semana[1], ya que el cap. IX se cierra con la sexta trompeta que coincide con el segundo Ay es decir, tres días y medio después de la toma de Jerusalén por el Anticristo, mientras que a partir del cap. X hasta el XIX inclusive todas las visiones tienen lugar en la tierra y comienzan con la visión del Ángel con el librito para devorar, lo cual significa la predicación por parte de San Juan de las siete copas que “consumarán el misterio de Dios”[2].
Los últimos tres capítulos, si bien tienen lugar en la tierra, van más allá y llegan hasta el juicio final, pasando por el Milenio.

En cuanto al título de Cristo debemos notar que es doble:

1) El Santo, el Verdadero: Está relacionado con los mártires del quinto Sello, y no es casualidad que ellos invoquen a Jesucristo con este título en VI, 10:

¿Hasta cuándo, oh Señor, el Santo y Verdadero, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”.

Es por eso que a este grupo se le da una puerta abierta que nadie puede cerrar, la cual puerta es símbolo del apostolado (I Cor XVI, 9; II Cor II, 12; Col. IV, 3).

2) El que tiene la llave de David, el que abre y nadie cerrará, el que cierra y nadie abre: la llave de David dice relación al Trono de David caído por tierra pero restaurado provisoriamente como lo indica Is XXII, 22 ss, de quien está tomado esta cita.
El otro grupo corresponde, pues, a los judíos conversos del cual luego saldrá la Mujer del cap. XII.

La referencia a Isaías XXII, 22 salta a la vista. Lo que llama la atención es que los exégetas no busquen la interpretación desta imagen del mayor de los profetas:

Isaías XXII, 15-25: “Así dice el Señor, Yahvé de los Ejércitos: ve a ver a ese ministro, a Sobná, prefecto del palacio, (y le dirás): “¿Qué haces tú aquí? ¿Y quién eres tú en este lugar? Ya que te labras aquí un sepulcro. Te haces un sepulcro en lugar alto, tallando para ti una morada en la roca. He aquí que Yahvé te arrojará con golpe viril, y te hará rodar con violencia. Te enrollará como ovillo, te (lanzará) cual pelota en plaza espaciosa. Allí morirás y allí quedarán tus gloriosas carrozas, oh vergüenza de la casa de tu Señor. Yo te expulsaré de tu puesto, te arrancaré de tu lugar”.
“Y en aquel día llamaré a mi siervo Eliaquím, hijo de Helcías; le vestiré con tu túnica, y le ceñiré con tu cinturón; pondré tu poder en su mano, y él será como padre de los habitantes de Jerusalén y de la casa de Judá. Pondré sobre tu hombro  la llave de la casa de David; abrirá y nadie cerrará; cerrará y nadie abrirá. Le colocaré como clavo hincado en lugar firme, y será como trono de gloria para la casa de su padre. De él colgará toda la gloria de la casa de su padre, los hijos y los nietos, todos los vasos pequeños, desde la copa hasta toda clase de jarros”.
“En aquel día, oráculo de Yahvé de los ejércitos, cederá el clavo hincado en lugar firme, será quebrado y caerá; y la carga que había sobre él será destruida, pues Yahvé lo ha dicho”.

Ante lo cual comenta magistralmente Ramos García (citado por Straubinger): “Como el histórico mayordomo recogió del suelo las llaves de la casa de David, así algún día el futuro Caudillo de Israel las recogerá con mayor gloria (Is. XXII, 20 ss), recibiéndolas de manos del mismo Cristo… que con ellas le transmitirá su realeza suprema, como con parecida figura simbólica transmitió a Pedro el supremo sacerdocio” (Estudios Bíblicos, 1949, p. 121).

Con respecto al tabernáculo de David nos remitimos al Fenómeno IX de la monumental obra de Lacunza.

Confundir las llaves de David con las del Reino de Dios implica, en el fondo, confundir la Jerusalén Terrena con la Jerusalén Celeste.

Straubinger: "El primer hemistiquio es aplicado contra los enemigos de Israel en Mal. I, 4. Cfr. Sal. CXXVI, 1. El segundo, es uno de los atributos con que se presenta Jesús en Apoc. III, 7. Cfr. Is. XXII, 22".

Castellani: “Lo que caracteriza a la epístola a Filadelfia –que significa amor de hermanos- son dos cosas bien gordas y claras: la conversión de los judíos y la inminencia de la Tentación Mundial; y al final della se halla la frase típica “vengo pronto” y la mención de la “Jerusalén Nueva”, que es el final del Apocalipsis”.

Allo: "Remarcar que en toda esta carta, las figuras están tomadas del mismo orden de ideas: la construcción".

Caballero Sánchez: “… existe una grande analogía entre este mensaje y el segundo a Esmirna. Son los dos únicos donde no hay reprehensiones, donde se cita la indigencia o la pequeñez como rasgo característico de las Iglesias, donde se menciona a los que se dicen “judíos sin serlo”, donde se exhorta a no temer, en fin, donde el premio prometido se define como “corona”…”.

Bossuet: "El que tiene la llave de David: esta cualidad no está relacionada con aquellas de las que se habla en el capítulo I. La llave de David entre las manos de Jesucristo, es el poder real y el trono de David su padre (Beda) según lo que fue predicho por el ángel San Gabriel a la bienaventurada Virgen, Lc. I, 32-33".

Bartina: "Cristo, como siempre, antepone sus títulos (…) los tres son títulos que el personaje de la visión inicial no había tomado al principio".

Charles: "Con respecto al significado de ἀληθινός (verdadero), Hort ha afirmado correctamente que "es erróneo pensar (aquí) solamente en el sentido clásico, verdadero como genuino… No sólo en VI, 10 sino en III, 14 ("el testigo fiel y veraz ") (cf. XIX, 11) y lo que se dice de Sus "caminos" o "juicios" (XV, 3; XVI, 7; XIX, 2) ἀληθινός unido con δικαίοις (justos), muestra que el Apocalipsis retiene la concepción de verdad del A.T., expresada por ejemplo en Sal. CXLVI, 6…". De aquí que ἀληθινός implica que Dios o Cristo, como verdaderos, van a cumplir Su palabra".

Bover: "Moralmente es la ciudad del fervor y de la expansión misional, Filadelfia y Esmirna son las únicas que no merecen reproches. Esmirna era pobre (II, 9); Filadelfia, de "escasas fuerzas naturales".





[1] Hay dos excepciones: al abrirse el sexto sello el vidente ve el oscurecimiento del sol, el enrojecimiento de la luna y la caída de las estrellas, más el temor de las gentes, todo lo cual tiene lugar durante los cuarenta y cinco días posteriores a la muerte del Anticristo, y esta visión es seguida por dos acontecimientos: el sexto sello propiamente dicho (la signación de los 144.000 judíos) más la visión de los mártires del Anticristo en el cielo. Ambos grupos responden a la pregunta final de los que huyen de la ira del Cordero: “¿quién puede estar de pie?”.

[2] A su vez esta segunda parte tiene también sus dos excepciones: en el cap. XI donde se habla del tiempo de la prédica de los dos Testigos que coincide con la primera mitad. Pero esto parece ser hecho como mera introducción y resumen para meternos de lleno en donde habían cesado las visiones en el cielo, es decir, con la sexta trompeta (2 Ay) y la segunda excepción se encuentra en el cap. XIV, 14 ss. donde se habla del juicio de las Naciones.

Por último es interesante reparar que el mismo ángel que le reveló a Daniel las 70 Semanas parece ser el que aparece al comienzo de la Septuagésima Semana y al comienzo de la segunda mitad de la misma. La referencia, claro está, es a San Gabriel “el fuerte de Dios”, que en V, 2 y en X, 1 es llamado “ángel poderoso”. El mismo ángel parece aparecer en el anuncio de la caída de Babilonia (XVIII, 2; cfr. también XIV, 8 y XVIII, 21). Ver AQUI.