sábado, 6 de junio de 2015

Pusillus Grex (III de III)

Pusillus Grex

 “Buscad el reino de Dios y estas cosas se os darán por añadidura.
 No temáis, pequeño rebaño, porque plugo
a vuestro Padre daros el reino” (Lc. XII, 31-32).


Santa Teresita del Niño Jesús

V.- Cualidades del Pusillus

Avancemos un paso más con las cualidades del Pusillus antes de su conversión y veamos en qué consistirá su principal falta.

Todo el capítulo XII (y el XIII) de San Lucas parece referirse a los mismos últimos tiempos.

Los versículos 1-5 son una exhortación a huir del fariseísmo, tras la cual viene la advertencia ya conocida: “No temáis a los que matan el cuerpo, etc”.

“Mientras tanto, habiéndose reunido miles y miles del pueblo, hasta el punto que unos a otros se pisoteaban, se puso a decir, dirigiéndose primeramente a sus discípulos: “Guardaos a vosotros mismos de la levadura –es decir de la hipocresía– de los fariseos. Nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada secreto que no haya de ser conocido. En consecuencia, lo que hayáis dicho en las tinieblas, será oído en plena luz; y lo que hayáis dicho al oído en los sótanos, será pregonado sobre los techos. Os lo digo a vosotros, amigos míos, no temáis a los que matan el cuerpo y después de esto nada más pueden hacer. Voy a deciros a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de haber dado la muerte, tiene el poder de arrojar en la gehenna. Sí, os lo digo, a Aquel temedle”.

Los versículos 6-9 ya nos van mostrando algo del tipo de solicitud del Pusillus: la falta de confianza en la Providencia[1].

“¿No se venden cinco pájaros por dos ases? Con todo, ni uno solo es olvidado de Dios. Aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tenéis vosotros que temer: valéis más que muchos pájaros. Yo os lo digo: a quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del hombre lo confesará también delante de los ángeles de Dios. Mas el que me haya negado delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios”.

Los versículos 10-12 nos advierten sobre el pecado contra el Espíritu Santo y luego San Lucas habla de los mártires del quinto sello al citar el Discurso Parusíaco que traen Mt X, 19-20 y Mc. XIII, 11.

“A cualquiera que hable mal contra el Hijo del hombre, le será perdonado, pero a quien blasfemare contra el Santo Espíritu, no le será perdonado. Cuando os llevaren ante las sinagogas, los magistrados y las autoridades, no os preocupéis[2] de cómo y qué diréis para defenderos o qué hablaréis. Porque el Espíritu Santo os enseñará en el momento mismo lo que habrá que decir”.

Los versículos 13-31 especifican un poco más las preocupaciones de la vida al hablar de cosas tales como: herencia (vv. 13-14), avaricia (vv. 15-21) y solicitud por la comida, la bebida y el vestido (vv. 22-28).


Entonces uno del pueblo le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que parta conmigo la herencia”. Jesús le respondió: “Hombre, ¿quién me ha constituido sobre vosotros juez o partidor?” (vv. 13-14).

“Y les dijo: “Mirad: preservaos de toda avaricia; porque, la vida del hombre no consiste en la abundancia de lo que posee”. Y les dijo una parábola: “Había un rico, cuyas tierras habían producido mucho. Y se hizo esta reflexión: “¿Qué voy a hacer? porque no tengo dónde recoger mis cosechas”. Y dijo: “He aquí lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré unos mayores; allí amontonaré todo mi trigo y mis bienes. Y diré a mi alma: Alma mía, tienes cuantiosos bienes en reserva para un gran número de años; reposa, come, bebe, haz fiesta”. Mas Dios le dijo: “¡Insensato! esta misma noche te van a pedir el alma, y lo que tú has allegado, ¿para quién será?”. Así ocurre con todo aquel que atesora para sí mismo, y no es rico ante Dios” (vv. 15-21).

“Y dijo a sus discípulos: “Por eso, os digo, no andéis solícitos por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué lo vestiréis. Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Mirad los cuervos: no siembran, ni siegan, ni tienen bodegas ni graneros, y sin embargo Dios los alimenta. ¡Cuanto más valéis vosotros que las aves! ¿Quién de vosotros podría, a fuerza de preocuparse, añadir un codo a su estatura? Si pues no podéis ni aun lo mínimo ¿a qué os acongojáis por lo restante? Ved los lirios cómo crecen: no trabajan, ni hilan. Sin embargo, Yo os digo que el mismo Salomón, con toda su magnificencia, no estaba vestido como uno de ellos. Si pues a la yerba que está en el campo y mañana será echada al horno, Dios viste así ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Tampoco andéis pues afanados por lo que habéis de comer o beber, y no estéis ansiosos. Todas estas cosas, los paganos del mundo las buscan afanosamente; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de ellas” (vv. 22-30).

De aquí que Nuestro Señor los llame “hombres de poca fe” (v. 28), y les da la solución para todas estas inquietudes al decirles (vv. 31-32):

Buscad el reino de Dios y estas cosas se os darán por añadidura. No temáis, pequeño rebaño, porque plugo a vuestro Padre daros el reino”.

Y finalmente los exhorta a vender los bienes y a hacer limosna.

Vended aquello que poseéis y dad limosna. Haceos bolsas que no se envejecen, un tesoro inagotable en los cielos, donde el ladón no llega, y donde la polilla no destruye. Porque allí donde está vuestro tesoro, allí también está vuestro corazón” (v. 33-34).

Y sin dudas, para terminar, notemos que estas obras en las cuales fallarán los “pequeños”, serán cumplidas por los “grandes”, como lo dice expresamente Nuestro Señor, en Mt. V, 19:

 “Por lo tanto, quien violare uno de estos mandamientos, (aún) los mínimos, y enseñare así a los hombres, será llamado mínimo en el reino de los cielos; mas quien los observare y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos”. Cfr. Mt. XVIII, 1-5 (Mc. IX, 33-37; Lc. IX, 46-48); Mt. XX, 25-28 (Mc. X, 42-45).


Para resumir todo lo dicho hasta aquí, será bueno transcribir unas lindas palabras de Caballero Sánchez[3], comentando la Iglesia de Filadelfia (Apoc. III, 7):

“… existe una grande analogía entre este mensaje y el segundo a Esmirna. Son los dos únicos donde no hay reprehensiones, donde se cita la indigencia o la pequeñez como rasgo característico de las Iglesias, donde se menciona a los que se dicen “judíos sin serlo”, donde se exhorta a no temer, en fin, donde el premio prometido se define como “corona”…”.


VI.- Conclusión

Todos estos pensamientos sobre la confianza filial en la Providencia nos llevan, sin ningún esfuerzo, a Santa Teresita y su Caminito Espiritual, cuya relación con los últimos tiempos no parece ser menor.

Dios suscita sus Santos y las diversas devociones conforme a las necesidades, sentimientos, y diversas circunstancias de cada época. Por caso, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, si bien se remonta al mismísimo San Juan, se extendió y universalizó recién a partir de Santa Margarita María de Alacoque en el siglo XVII.

Con Santa Teresita parecería ocurrir otro tanto.

Antes que nada, recordemos que es bien conocida su predilección por la lectura del libro del P. Charles Arminjon El fin del mundo y los misterios de la vida futura a lo cual pueden agregarse sus lindas palabras sobre los mártires bajo el Anticristo.

Además, por alguna razón el gran San Pío X la llamó “la santa más grande de los tiempos modernos”, y nos parece que no fue simplemente debido a la heroicidad de sus virtudes sino más bien a sus enseñanzas y ejemplos muy aptos para estos tiempos. Los Católicos tenemos mucho que aprender délla hoy en día.

Seguramente Santa Teresita no dijo nada nuevo bajo el sol, pero sin dudas supo traducir en admirables páginas inspiradas, toda una doctrina llena de sencillez y atractivo que muchos autores han hecho suyas.

Su enseñanza sobre el desprendimiento y la confianza filial en la Providencia es más necesaria en estos tiempos que en los anteriores, y lo será cada vez más a medida que comience a desarrollarse el gran drama Apocalíptico, pues los Católicos encontraremos cada vez menos soporte en este siglo malo y mayor oposición, hasta traducirse, finalmente, en persecución sangrienta.

Creemos que todas las citas que hemos dado en este trabajo y que sería inútil reproducir de nuevo, fueron pronunciadas literalmente sobre estos últimos tiempos, aunque sin perjuicio, claro está, que se apliquen también espiritualmente a lo largo de toda la historia de la Iglesia.

Tampoco puede ser una mera coincidencia que Santa Teresita haya sido declarada patrona de las misiones, teniendo en cuenta que todavía resta predicarse el Evangelio del Reino a todo el mundo, según las palabras de Nuestro Señor:

“Y a todas las naciones es necesario primero que sea proclamada la Buena Nueva” (Mc. XIII, 10. Cfr. Mt. XXIV, 14).

Predicación que ha de ser contemporánea al Pusillus.

Por último, estamos convencidos que las gracias que Santa Teresita nos prometió con su bella imagen de la lluvia de rosas no han sido derramadas más que en pocas cantidades y que la gran mayoría de esos pétalos no ha caído aún sobre la Iglesia y esperan, por lo tanto, su perfecto cumplimiento.



[1] Notar que los dos últimos versículos coinciden con la promesa al vencedor de la Iglesia de Sardes (Apoc. III, 5).

[2] “No os preocupéis” (μὴ μεριμνήσητε). En los Evangelios, sólamente en Mateo y Lucas y siempre en el mismo contexto. Cfr. Mt. VI, 25.27.28.31.34 = Lc. XII, 22.25.26; Mt. X, 19 = Lc. XII, 11.
Por último, el término es usado en Lc. X, 41, en el conocido pasaje de Marta y María. Escena altamente simbólica que sin dudas coincide con todo lo que venimos diciendo.

[3] Visiones del Apocalipsis, (Quito, 1955) bajo el pseudónimo de Athon Bileham, p. 114. Énfasis nuestros.