lunes, 27 de octubre de 2014

El Discurso Parusíaco XVI: Respuesta de Jesucristo, XI. El Juicio de las Naciones y la Parusía (II de III)

El Discurso Parusíaco XVI: Respuesta de Jesucristo, XI.

El Juicio de las Naciones y la Parusía (II de III)


En cuanto a las diferencias entre Mt-Mc y Lc retomemos la cita:


Mateo XXIV

31 Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande, y juntarán a los elegidos (ἐκλεκτοὺς) de El de los cuatro vientos, de una extremidad del cielo hasta la otra.


Marcos XIII

27 y entonces enviará los ángeles, y congregará sus elegidos (ἐκλεκτοὺς) de los cuatro vientos, desde la extremidad de la tierra hasta la extremidad del cielo.”


Lucas XXI

28 Más cuando estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la cabeza porque vuestra redención se acerca."


Nuestro Señor indica aquí uno de los efectos principales de su segunda Venida cual es la recolección de los elegidos.

Straubinger, comentando el v. de Mt, anota acertadamente lo siguiente:

Juntarán: el griego usa el mismo verbo que en II Tes. II, 1: “ἐπισυνάξουσιν[1]. Alude aquí el Señor al admirable rapto en su encuentro en las nubes que está prometido a nosotros los vivientes “que quedemos” (I Tes. IV, 17)” y luego en el comentario de Mc dice: “Entonces… congregará, es decir que el arrebato que anuncia San Pablo en I Tes. IV, 15 ss será al tiempo mismo de la Parusía, esto es, cuando aparezca el Señor (v. 26), como lo dice el Apóstol. Así Marcos explica aquí que seremos llevados desde la extremidad de la tierra hasta el sumo cielo. Lo mismo dice Mt. XXIV, 31. Se trata de los elegidos, ya vivos transformados, ya resucitados de entre los muertos”.

Y luego cita:


I Cor. XV, 51: “He aquí que os digo un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; porque sonará la trompeta y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados”.

I Tes. IV, 13 ss: “No queremos, hermanos, que estéis en ignorancia acerca de los que duermen, para que no os contristéis como los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también (creemos que) Dios llevará con Jesús a los que durmieron en Él. Pues esto os decimos con palabras del Señor: que nosotros los vivientes que quedemos hasta la Parusía del Señor, no nos adelantaremos a los que durmieron. Porque el mismo Señor, dada la señal, descenderá del cielo, a la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Después nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados[2] (ἁρπαγησόμεθα) juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor. Consolaos pues, mutuamente con estas palabras”.

II Tes. II, 1: “Pero con respecto a la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra común unión (ἐπισυναγωγῆς) a Él…”.

Heb. X, 25: “No abandonando la común reunión (ἐπισυναγωγὴν) como es costumbre de algunos, sino antes animándoos, y tanto más, cuanto que veis acercarse el día” (cfr. la nota del mismo Straubinger a este pasaje).[3]

La misma idea se encuentra en otros pasajes:

Lc. XVII, 34 ss: “Yo os digo, que en aquella noche, dos hombres estarán reclinados a una misma mesa: el uno será tomado, el otro dejado; dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, la otra dejada[4]. Entonces le preguntaron “¿Dónde, Señor?” Les respondió: “Allí donde está el cadáver allí se juntarán los águilas”.[5] Cfr. Mt. XXIV, 28.40.

Juan XI, 25: “Yo soy la Resurrección y la Vida; quien cree en Mí, aunque hubiere muerto, revivirá; y todo viviente y creyente en Mi, no morirá jamás”.

Es decir, Nuestro Señor distingue claramente dos clases de personas en su Segunda Venida: los muertos creyentes, para los cuales es la Resurrección, y los creyentes que estén vivos cuando vuelva, para los cuales será la Vida.

Juan XIV, 3: “Y cuando me haya ido y os haya preparado el lugar, vendré otra vez y os tomaré junto a Mí, a fin de que donde Yo estoy, estéis también vosotros”.

Como puede apreciarse por las citas, Nuestro Señor, en su Segunda Venida, y después de la muerte del Anticristo[6], va a tomar hacia Sí a los que en el texto llama “los escogidos”, por amor a los cuales acortará los tiempos (Mt. vers. 22; Mc. vers. 20) a fin de que no sean muertos por el Anticristo, ya que de otra manera no sería para ellos la Vida, sino la Resurrección.

En otros textos se habla de la misma idea de la congregación pero esta vez hablando de Israel:

Tobías XIII, 11-12: “Jerusalén, ciudad de Dios, el Señor te ha castigado por lo que has hecho. Glorifica al Señor con tus buenas obras, y bendice al Dios de los siglos, para que reedifique en ti su morada y te restituya todos sus cautivos, y te goces por todos los siglos de los siglos”.

Salmo CV (CVI), 47-48: “Sálvanos Yahvé Dios nuestro, y congréganos de en medio de las naciones, para que celebremos tu santo Nombre y nos gloriemos en tu alabanza. Bendito sea Yahvé, Dios de Israel, de siglo en siglo. Y todo el pueblo diga: Amén. ¡Hallelú Yah!”

Salmo CVI (CVII), 2-3: “Así digan los rescatados de Yahvé, los que Él redimió de manos del enemigo, y a quienes Él ha congregado de las tierras del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodía”.

Eclesiástico XXXVI, 13: “Reúne todas las tribus de Jacob; para que conozcan que no hay más Dios que Tú…”

Isaías XI, 11-12: “En aquel día el Señor extenderá nuevamente su mano, para rescatar los restos de su pueblo que aún quedaren, de Asiria, de Egipto, de Patros, de Etiopía, de Elam, de Sinear, de Hamat y de las islas del mar. Alzará una bandera entre los gentiles, y reunirá los desterrados de Israel; y congregará a los dispersos de Judá, de los cuatro puntos de la tierra”.

Isaías XXVII, 12-13: “En aquel día Yahvé sacudirá la cosecha desde el curso del río hasta el torrente de Egipto; y vosotros, oh hijos de Israel, seréis recogidos uno por uno. Y sucederá en aquel día que sonará la gran trompeta[7]; y vendrán los perdidos en la tierra de Asiria, y los exiliados que vivan en el país de Egipto; y se prosternarán ante Yahvé en el monto Santo, en Jerusalén”.

Isaías XL, 10-11: “He aquí que Yahvé, el Señor, viene con poder y su brazo dominará; he aquí que su premio está con Él y delante de Él va su recompensa (cfr. Apoc. XXII, 12). Como pastor apacentará su rebaño, recogerá con su brazo los corderitos, para llevarlos en su regazo, y conducirá a las ovejas perdidas”.

Isaías XLIII, 5-6: “No temas; pues Yo estoy contigo; desde el Oriente traeré a tus hijos, y del Occidente te congregaré. Diré al Norte: “¡Dámelos!” y al Sur: “¡No los retengas! Trae a mis hijos de lejos y a mis hijas de los confines del orbe…”

Isaías XLIX, 14-21: “Dijo Sión: “Yahvé me ha abandonado, el Señor se ha olvidado de mí”. ¿Puede acaso la mujer olvidarse del niño de su pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Y aún cuando ella pudiera olvidarle, Yo no me olvidaría de ti. He aquí que te tengo grabada en las palmas de mis manos, tus muros están siempre delante de Mí. Tus hijos vienen de prisa, en cambio salen de ti tus devastadores y asoladores. Alza tus ojos en torno de ti y mira: todos ellos se han congregado para venir a ti. “Vivo Yo”, dice Yahvé, que de todos ellos te revestirás  como de adorno, y te los ceñirás como de novia. Porque tus desiertos, tus ruinas y tu tierra asolada, (todo esto) será demasiado estrecho para los habitantes; y los que te devoraban se habrán ido lejos. Los hijos de tu orfandad no dejarán de decir a tus oídos: “El lugar es demasiado estrecho para mí; dame espacio para habitar”. Entonces dirás en tu corazón: “¿Quién me los ha engendrado? Yo estaba privada de hijos y estéril, cautiva y repudiada. A estos, pues, ¿quién los ha criado? Cuando yo estaba sola, ¿dónde se hallaban?”

Isaías LVI, 8: “Oráculo de Yahvé, el Señor, que recoge a los desterrados de Israel: Conduciré hacia él también a otros, además de los ya recogidos”.

Isaías LX, 1-4: “Álzate y resplandece, porque viene tu lumbrera y la gloria de Yahvé brilla sobre ti. Pues mientras las tinieblas cubren la tierra, y densa oscuridad las naciones, se levanta sobre ti Yahvé, y se deja ver sobre ti su gloria. Los gentiles vendrán hacia tu luz, y reyes a ver el resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos y mira en torno tuyo: todos estos se congregaron y vendrán a ti; vendrán de lejos tus hijos, y tus hijas serán traídas al hombro”.

Jeremías XXIII, 3-8:Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países donde las he dispersado, y las haré volver a sus prados, y crecerán y se multiplicarán. Les suscitaré pastores que las apacienten; no temerán más, ni tendrán que temblar; y no faltará ninguna de ellas, dice Yahvé. He aquí que vienen días, dice Yahvé, en que suscitaré a David un Vástago justo, que reinará como rey, y será sabio, y ejecutará el derecho y la justicia en la tierra… por eso he aquí que vienen días, dice Yahvé, en que ya no se dirá: “¡Vive Yahvé, que sacó a los hijos de Israel de la tierra de Egipto!” sino “¡Vive Yahvé, que sacó y trajo a los hijos de la casa de Israel de la tierra del Norte y de todos los países adonde Yo los había arrojado”. Y habitarán en su propia tierra”.

Jeremías XXIX, 12-14: “Me invocaréis, y volveréis; me suplicaréis y os escucharé. Me buscaréis y me hallaréis, si me buscareis de todo corazón. Y cuando me hayáis hallado, dice Yahvé, trocaré vuestro cautiverio, y os congregaré de entre todos los pueblos, y de todos los lugares adonde os he desterrado; y os haré volver al lugar de donde os he llevado cautivos”.

Jeremías XXXI, 8-11: “He aquí que Yo los traeré de la tierra del Norte, y los recogeré de los extremos de la tierra; entre ellos también al ciego y al cojo, a la mujer que está encinta, como a aquella que da a luz. Grande será la muchedumbre de los que volverán acá. Vendrán llorando[8], pero Yo los conduciré con misericordia; los guiaré a corrientes de agua por un camino recto donde no tropezarán, porque Yo soy Padre para Israel, y Efraín es mi primogénito. Escuchad la palabra de Yahvé, naciones, anunciadla a las islas remotas, y decid: “El que dispersó a Israel lo recoge, y lo guarda como el pastor a su rebaño.” Porque Yahvé ha rescatado a Jacob, lo ha librado del poder de uno que era más poderoso que él”.

Jeremías XXXII, 37: “He aquí que Yo los congregaré de todos los países adonde los he arrojado en mi ira y en mi furor, y en grande indignación; y los restituiré a este lugar, para que habiten allí en seguridad”.

Baruch V, 5 ss: “Levántate Jerusalén, sube a lo alto, y dirige tu vista hacia el oriente, y mira cómo se congregan tus hijos, desde el oriente hasta el occidente, en virtud de la palabra del Santo, llenos de gozo porque Dios se ha acordado de ellos. Partieron de ti a pie, llevados por los enemigos; pero Dios te los devolverá traídos con honor, como en trono real…

Ezequiel XI, 17 ss: “Vaticina, pues: Así dice Yahvé, el Señor: Yo os reuniré de entre los pueblos, y os recogeré de entre los países en los cuales habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel…”

Ezequiel XX, 41: “Os aceptaré como perfume agradable, cuando os haya sacado de entre las naciones y recogido de los países donde habéis sido dispersados; y seré santificado en vosotros a los ojos de los gentiles”.

Ezequiel XXVIII, 25 ss: “Así dice Yahvé, el Señor: “Cuando Yo congregare la casa de Israel de entre los pueblos entre los cuales han sido dispersados, entonces seré santificado en ellos a la vista de los gentiles y habitarán en su tierra que di a mi siervo Jacob. Habitarán allí en paz, edificarán casas y plantarán viñas; habitarán en seguridad cuando Yo haga justicia en todos aquellos que los desprecian por todos lados; y conocerán que Yo Yahvé soy su Dios”.

Ezequiel XXXIV, 13 ss: “Las sacaré de entre los pueblos, las recogeré de los países, las llevaré a su tierra y las apacentaré sobre los montes de Israel, junto a los arroyos y en todas las regiones habitadas del país…”

Ezequiel XXXVI, 24 ss: “Pues Yo os sacaré de entre los gentiles, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestra propia tierra. Y derramaré sobre vosotros agua limpia para que quedéis limpios  y os purificaré de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos…”

Ezequiel XXXVII, 20 ss: “Las varas en que tú escribas han de estar en tu mano, ante los ojos de ellos; y les dirás: “Así dice Yahvé, el Señor: He aquí que Yo sacaré a los hijos de Israel de entre las naciones donde fueron; las recogeré de todas las partes y los llevaré a su tierra”.

Ezequiel XXXIX, 25 ss: “Por tanto, así dice Yahvé el Señor: Ahora volveré a traer a los cautivos de Jacob, y me apiadaré de toda la casa de Israel, pero seré celoso de mi santo Nombre. Llevarán su ignominia y todas sus infidelidades que han cometido contra Mí cuando habiten ya seguros en su tierra sin que nadie los espante. Y cuando Yo los haga volver de entre los pueblos, recogiéndolos de los países de sus enemigos y manifestando en ellos mi santidad a los ojos de muchas naciones, reconocerán que Yo soy Yahvé su Dios, el que los llevó al cautiverio entre las naciones y el que reunió en su propia tierra, sin dejar allí ni uno de ellos”.

Oseas I, 11: “Y se congregarán en uno los hijos de Israel y los hijos de Judá y pondrán sobre sí un mismo caudillo, y saldrán del país; porque grande será el día de Jezrael”.

Miqueas II, 12 s: “Yo te juntaré todo entero, oh Jacob; recogeré los restos de Israel, los pondré juntos como ovejas en un aprisco, cual hato en medio de un pastizal, y habrá un ruido grande por (la multitud) de gente. Va delante de ellos aquel que les abre camino; irrumpen y fuerzan la puerta, y salen por ella; y delante de ellos marcha su Rey y Yahvé a su frente”.

Miqueas IV, 6 ss: “En aquel día, dice Yahvé, recogeré a la que cojea, y congregaré a la desechada y a la que he afligido, y haré de la que cojea un resto, y de la arrojada una nación fuerte; y reinará sobre ellos Yahvé en el monte Sión, desde ahora y para siempre. Y tú, torre de rebaño, collado de la hija de Sión, a ti llegará y volverá el antiguo poderío, la realeza de la hija de Jerusalén”.

Sofonías III, 18 s: “Yo congregaré a los afligidos (privados) de las fiestas; porque tuyos son; sufrían por ella humillación. He aquí que en aquel tiempo acabaré con todos los opresores; salvaré a la que cojeaba, y recogeré a la repudiada y les daré gloria y nombradía en toda aquella tierra en que sufrieron ignominia”.

Zac. VIII, 7-8: “Así dice Yahvé de los ejércitos: “He aquí que salvaré a mi pueblo de la tierra del Oriente y de la tierra donde se pone el sol; y los traeré y habitarán en medio de Jerusalén; y serán mi pueblo, y Yo seré su Dios, en verdad y en justicia”.

Zac. X, 8 ss: ”Los llamaré con un silbido, y los congregaré porque los he rescatado, y se multiplicarán como antes se multiplicaron. Los he dispersado, sí, entre los pueblos pero aún en (países) lejanos se acordarán de Mí; y vivirán juntamente con sus hijos, y volverán. Los traeré de la tierra de Egipto, y de Asiria los recogeré; los conduciré a la tierra de Galaad, y al Líbano pues no se hallará lugar para ellos”.

II Mac II, 4 ss: “También se leía en aquella escritura que este profeta, por una orden expresa que recibió de Dios, mandó llevar consigo el Tabernáculo y el Arca, hasta que llegó a aquel monte, al cual subió Moisés, y desde donde vio la herencia de Dios, y que habiendo llegado allí Jeremías, halló una cueva, donde metió el Tabernáculo, y el Arca y el altar del incienso, tapando la entrada; y algunos de aquellos que le seguían se acercaron para dejar notado este lugar, pero no pudieron hallarlo. Lo que sabido por Jeremías, los reprendió y les dijo: “Este lugar permanecerá ignorado hasta tanto Dios congregue todo el pueblo, y use con él de misericordia; entonces el Señor manifestará estas cosas, y aparecerá la Majestad del Señor, y se verá la nube que veía Moisés y cual se dejó ver cuando Salomón pidió que fuese santificado el Templo para el gran Dios…” (Vers. 17-18): “…Entretanto esperamos que Dios, que ha libertado a su pueblo, que ha vuelto a todos su herencia, que ha restablecido el reino y el sacerdocio, y el Santuario conforme lo había prometido en la Ley, se apiadará bien presto de nosotros, y nos reunirá de todas las partes del mundo en el lugar santo; puesto que nos ha sacado de grandes peligros, y ha purificado el Templo”.

Mateo XXIII, 37 ss: “¡Jerusalén! ¡Jerusalén! Tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra casa os quedará desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”. Cfr. Lc. XIII, 34 ss.

Es decir, Nuestro Señor vino para congregar a su pueblo según lo había prometido tantas veces por sus profetas y al no querer congregarse, entonces recibieron como castigo la dispersión. De aquí que la vuelta a la Tierra Santa en 1948 sea como un esbozo de su futura y plena congregación.

Vale!




[1] II Tes: ἐπισυναγωγῆς; Mc: ἐπισυνάξει.

[2] Es el mismo verbo que II Cor. XII, 2.4 y Apoc. XII, 5.

[3] Lagrange in loco, llama la atención sobre la similitud del comienzo de la frase con la parábola de la cizaña. Cfr. Mt. XIII, 41.

[4] “Y es de notar, dice el P. Rovira en su artículo Parusía en el diccionario Espasa, que de los últimos no dice que son condenados, sino sólo dejados”. Citado por Van Rixtel, El Testimonio de nuestra esperanza, cap. 2, art. 4.

[5] Pasaje difícil. Lo que no cabe duda es que hace referencia a la Parusía y no a otros sucesos como la destrucción de Jerusalén. Según algunos autores esto era como un proverbio “para significar el entusiasmo con que los escogidos correrán (irán sería mejor) hacia Jesús el día de su venida” (Leal, op. cit. n. 203). Cfr. Job XXXIX, 30.

[6] Contra los que sostienen la teoría del rapto “pre-tribulación”.

[7]Y enviará sus ángeles con trompeta de sonido grande…”.

[8] Esto parece un eco del Salmo CXXV (CXXVI).