jueves, 24 de julio de 2014

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. VIII. La Encíclica Humani Generis (I de III)

VIII

LA ENCICLICA HUMANI GENERIS


La encíclica, una de las declaraciones doctrinales más importantes del siglo XX, fue promulgada el 12 de Agosto de 1950. En esta carta Pío XII enumeró y reprobó algunos errores específicos en el campo teológico. Denunció algunas malas interpretaciones fundamentales sobre el magisterium de la Iglesia y sobre la autoridad de las Sagradas Escrituras. Luego enumeró algunas falsas doctrinas que describió como "fruto mortífero" de estos otros errores. Entre estos "frutos mortíferos" mencionó el siguiente:

"Algunos no se creen obligados por la doctrina hace pocos años expuesta  en nuestra Carta Encíclica y apoyada en las fuentes de la revelación según la cual el Cuerpo Místico de Cristo y la Iglesia Católica Romana son una sola y misma cosa. Algunos reducen a una fórmula vana la necesidad de pertenecer a la Iglesia verdadera para alcanzar la salvación eterna". [1]

En este pasaje Pío XII pone el dedo en la causa y natura de las deficientes explicaciones sobre la necesidad de la Iglesia para la salvación, dadas en algunos escritos católicos populares en el curso de las décadas pasadas. En última instancia los hombres se equivocaron sobre la necesidad de la Iglesia para la salvación porque no tuvieron en cuenta el primordial hecho de que la sociedad visible que conocemos como Iglesia Católica es en realidad el Cuerpo Místico de Jesucristo, el vero y sobrenatural reino de Dios sobre la tierra, y así la única comunidad dentro de la cual los hombres pueden adquirir la unión salvífica con Dios en Cristo. Y de la misma manera, en último análisis, los errores comunes entre algunos escritores Católicos populares en el campo de la sagrada teología fueron hechos al tratar de mostrar cómo podemos aceptar la fórmula "fuera de la Iglesia no hay salvación" y, al mismo tiempo, explicarla de forma tal de vaciarla de todo significado real.
Estos errores, a su vez, habían surgido de una falsa actitud hacia los documentos del magisterium eclesiástico. En su conjunto, eran "frutos mortíferos" de una tendencia a ignorar las claras enseñanzas de los Soberanos Pontífices, enseñanza en el curso de sus actividades doctrinales ordinarias.
Es importante notar que la encíclica Humani generis fue escrita cerca de un año después que la carta del Santo Oficio al Arzobispo Cushing. En la Suprema haec sacra el Santo Oficio había explicado lo que la Iglesia siempre había entendido y enseñado sobre el dogma de que no hay salvación fuera de la Iglesia. Había acentuado particularmente el hecho de que es posible que alguien esté "dentro" de la Iglesia de tal forma de obtener la salvación eterna incluso cuando solamente tiene un deseo implícito de entrar a la Iglesia. Así, había reprochado aquellos individuos que habían intentado explicar el dogma de una manera demasiado estrecha.

La Humani generis, por otra parte, repudia la enseñanza de aquellos que habían interpretado el dogma en un sentido demasiado amplio. Se lamente que algunas personas "reducen la necesidad de pertenecer a la verdadera Iglesia para obtener la salvación eterna a una fórmula vacía". La terminología usada en esta reprimenda es muy significativa. Sucede que esta es una sección de la doctrina sagrada de la cual es cierto decir que aquellos que intentan debilitar u obscurecer su significado tienden a reducirlo a una fórmula vacía.
La afirmación católica de la verdad que no hay salvación fuera de la vera Iglesia es y siempre ha sido un punto sobre el cual se han centrado con particular intensidad los ataques de los enemigos de la Iglesia. La declaración de que la Iglesia Católica es una sociedad religiosa muy aceptable, o incluso que es, por lejos, la mejor organización religiosa, nunca hubiera incitado animosidad especial alguna contra la Iglesia. De hecho, esta clase de afirmaciones siempre han sido hechas y todavía lo son, por medio de sociedades religiosas diferentes a la Iglesia Católica. Lo que siempre enfureció y todavía enfurece a los enemigos de la Iglesia es la insistencia Católica sobre la verdad de que la Iglesia Católica es en realidad el Cuerpo Místico de Jesucristo, el único reino sobrenatural verdadero de Dios sobre la tierra, en único cuerpo social dentro del cual los hombres deben encontrar el contacto salvífico con Dios a través de Nuestro Señor.
De aquí que algunos escritores Católicos, en su ansiedad por presentar a la Iglesia de la manera más favorable posible a los no-Católicos, han tendido a suavizar o incluso a suprimir esta parte de la doctrina Católica. Comprenden que el mismo corazón o centro del dogma de que la Iglesia Católica es realmente el único reino sobrenatural de Dios sobre la tierra se encuentra en la enseñanza de que no hay salvación fuera de la Iglesia Católica. La mayoría de ellos tienen el suficiente conocimiento histórico para saber que, durante el período de las primeras controversias entre los escritores Católicos y protestantes, el tema de la necesidad de la Iglesia para la salvación apenas si alguna vez fue discutido. Reconocían que tanto los Católicos como los protestantes sostenían que la vera Iglesia era necesaria para la salvación eterna. La cuestión teológica fundamental que dividía a estos autores de los siglos XV y XVI era ésta: ¿dónde está exactamente la vera Iglesia de Jesucristo, el único reino sobrenatural de Dios sobre la tierra?
Básicamente la posición protestante era que la verdadera Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo, se encuentra en este mundo entre los justificados o predestinados, y que solamente Dios conoce exactamente quiénes son estos individuos. Los heresiarcas de la Reforma afirmaban que esta verdadera Iglesia, el cuerpo social fuera del cual nadie puede salvarse, es algo invisible para los hombres en este mundo.
Contra los escritores que defendían esta opinión, los controversalistas describieron y defendieron la verdad divinamente revelada que la vera Iglesia, el Cuerpo Místico de Cristo es, por misericordiosa institución de Dios, una sociedad organizada y por lo tanto visible, la comunidad religiosa dentro de la cual el Obispo de Roma gobierna como el sucesor de San Pedro y como Vicario de Cristo. Su victoriosa tesis de que la Iglesia católica es la vera Iglesia de Cristo, el reino sobrenatural de Dios sobre la tierra, llevaba consigo el dogma que esta sociedad organizada y visible es la unidad social fuera de la cual absolutamente nadie puede obtener la salvación eterna. Para ellos, como para sus adversarios protestantes, toda negación o debilitamiento de la doctrina de que no hay salvación fuera de la Iglesia Católica hubiera significado una negación o debilitamiento de la afirmación que la Iglesia Católica es el Cuerpo Místico de Cristo, la vera Iglesia de las promesas divinas.
Durante la última década del siglo XIX apareció entre algunos escritores Católicos la tendencia y el deseo de hacer a la Iglesia Católica más aceptable a los no-Católicos e incluso de hacerla aparecer más respetables a los más formados de entre los no-miembros de la Iglesia. En línea con este deseo, algunos de ellos adoptaron una actitud rápidamente criticada por León XIII en su carta Testem benevolentiae. El Papa repudiaba aquellos que "pretenden, en efecto, que es oportuno para atraer las voluntades de los discordes, omitir ciertos puntos de doctrina, como si fueran de menor importancia, o mitigarlos de manera que no conserven el mismo sentido que constantemente mantuvo la Iglesia"[2].
Esta actitud se manifestó más fuertemente con respecto al dogma de la necesidad de la Iglesia para la salvación eterna, el punto de la doctrina contra el cual los oponentes de la Iglesia tendían a reaccionar con más violencia. Así hubo algunos autores Católicos que hicieron afirmaciones de la posición Católica en las cuales el dogma de la necesidad de la Iglesia para la salvación fue simplemente ignorado. Otros, sin embargo, escribieron y enseñaron de tal forma que debilitaron esta doctrina y la explicaron de una manera incompatible con los pronunciamientos del magisterium eclesiástico. Éstos eran los que reducían la necesidad de la Iglesia para la salvación a una fórmula simplemente vana.
Por supuesto que tenían que usar la fórmula y generalmente empleaban la expresión latina "Extra ecclesiam nulla salus" o su traducción. Puesto que difícilmente haya otro dogma tan constantemente afirmado por el magisterium de la Iglesia, ningún escritor Católico podía evitar el hecho de que la verdad expresada sucintamente en la fórmula forma parte integral de la doctrina Católica. La mayoría de los que escribieron imperfectamente sobre esta materia, por lo menos fueron lo suficientemente lógicos de no querer negar alguna afirmación que había sido enseñada explícitamente y en forma autorizada por medio de los maestros oficiales de la Iglesia. De aquí que adoptaron el recurso de sostener la fórmula y luego explicarla de forma tal de hacerle decir exactamente lo contrario a lo que dice. Para ellos la expresión "Extra ecclesiam nulla salus" se volvió una fórmula meramente vacía o vana, puesto que la presentaron como queriendo decir, en efecto, de que realmente hay salvación fuera de la Iglesia.



[1] Dz 2319: Quidam censent se non devinciri doctrina paucis ante annis in Encyclicis Nostris Litteris exposita, ac fontibus revelationis innixa, quae quidem docet corpus Christi mysticum et Ecclesiam Catholicam Romanam unum idemque esse. Aliqui necessitatem pertinendi ad veram Ecclesiam, ut sempiterna attingatur salus, ad vanam formulam reducunt.

[2] Dz. 1967