viernes, 11 de abril de 2014

La Jerarquía Angélica (IV de VII)

III. POTESTADES (ἐξουσίαι).

Sobre este grupo de ángeles no nos parece que haya mucho por comentar, sólo resta decir que el pasaje de I Cor. XV nos parece, sin ningún lugar a dudas, que debe aplicarse a los ángeles y no a las potestades y principados en lo secular, como muchos hacen.

1) I Cor. XV, 23-24: “Pero cada uno en su orden: como primicia Cristo en su Parusía; después el fin, cuando Él entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya destruído todo principado (ἀρχὴν) y toda potestad (ἐξουσίαν) y toda virtud (δύναμιν).”

2) Ef. I, 20-21: “… que obró en Cristo resucitándolo de entre los muertos, y sentándolo a su diestra en los cielos por encima de todo principado (ἀρχῆς) y potestad (ἐξουσίας) y virtud (δυνάμεως) y dominación (κυριότητος)…”.

3) Ef. III, 8-10: “A mí, el ínfimo de todos los santos, ha sido dada esta gracia: evangelizar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, e iluminar a todos acerca de la dispensación del misterio, escondido desde los siglos en Dios creador de todas las cosas; a fin de que sea dada a conocer ahora a los principados (ἀρχαῖς) y a las potestades en lo celestial (ἐξουσίαις), a través de la Iglesia, la multiforme sabiduría de Dios, que se muestra en el plan de las edades que Él realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro…”.

4) Ef. VI, 12: “Porque para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados (ἀρχάς), contra las potestades (ἐξουσίας), contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de maldad en lo celestial…”.

5) Col, I, 16: “Por Él fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las que están sobre la tierra, las visibles y las invisibles[1], sean Tronos (θρόνοι), o Dominaciones (κυριότητες), o Principados (ἀρχαὶ), o Potestades (ἐξουσίαι)…”.

6) Col. II, 9-10: “Porque en Él habita toda la plenitud de la Deidad corporalmente; y en Él estáis llenos vosotros, y Él es la cabeza de todo principado (ἀρχῆς) y potestad (ἐξουσίας).

7) Col. II, 14-15: “… habiendo cancelado la escritura presentada contra nosotros, la cual con sus ordenanzas nos era adversa. La quitó de en medio al clavarla en la Cruz; y despojando (así de aquella) a los principados (ἀρχὰς) y potestades (ἐξουσίας) denodadamente los exhibió a la infamia, triunfando sobre ellos en la Cruz”.

8) I Ped. III, 22: “… el cual subió al cielo y está a la diestra de Dios, hallándose sujetos a Él ángeles y potestades (ἐξουσιῶν) y virtudes (δυνάμεων).”



Notas:

Por todos estos pasajes se echa de ver algo muy interesante: Además de caer Satanás (Principado) con sus Virtudes, también cayeron algunas Potestades, esto es, las que están sometidas a las Dominaciones, y así vemos:

1) I Cor. XV habla de los ángeles caídos en forma descendente: Principado, Potestad y Virtudes.

2) Ef. I habla de los ángeles fieles en un orden un tanto extraño. La enumeración es la misma que la de I Cor. XV pero al final agrega las Dominaciones; en cambio en Col. I, 16 el orden es claramente descendente.

3) Comparando Ef. III con el capítulo VI parecería que esos “Principados y Potestades en lo celestial” son ángeles caídos, pues de ellos se dice “espíritus de maldad en lo celestial”.

Si esto es así, se siguen de aquí dos conclusiones:

a) El misterio del Cuerpo Místico que San Pablo hace conocer a los efesios estaba escondido, no sólo a los hombres sino también a Satanás y a las Potestades. Es curioso que no se nombre a las Virtudes de Satanás, las cuales tal vez ya lo conocieran. Cfr. más abajo el punto V.

b) Estos espíritus de maldad “en lo celestial” parecen identificarse con los que San Juan ve en el cap. XII del Apocalipsis cuando dice: “y peleaba el dragón y sus ángeles y no prevalecieron” y que después de luchar contra San Miguel y sus ángeles, “no se halló más su lugar en el cielo” (v. 8).
A esto parece aludir el mismo San Pablo cuando habla de la escritura presentada contra nosotros por “los principados y las potestades”, sin duda en el cielo. Esta escritura fue cancelada con la muerte de Nuestro adorable Salvador.
Sin embargo Satanás sigue teniendo, aún después de la muerte de Jesucristo, un misterioso acceso ante Dios, pero creemos que este no se refiere ya a los gentiles sino a Israel, sed non est hic locus.

Destos ángeles conocemos el nombre de uno solo: Ajenjo (Apoc. VIII, 11) cuyo fin será envenenar la tercera parte de los ríos y manantiales de las aguas de el mar, causando la muerte de muchos habitantes de la tierra.
Este mismo ángel parece ser el encargado de abrir “el abismo”.




[1] Quiasmo: A-B-B-A.