viernes, 18 de octubre de 2013

Addenda V: ¿San Gabriel en el Apocalipsis?

Al tratar de identificar Principal Ángel que aparece por todo el Apocalipsis dimos diversas razones que nos parecían atendibles para procurar identificarlo con San Gabriel. Uno de los argumentos (el n. 8) estaba relacionado con “el ángel que tiene poder sobre el fuego” (XIV, 18) para lo cual dábamos dos argumentos que si bien estaban lejos de ser convincentes, sin embargo no contradecían en nada la posibilidad de que fuera el mismo San Gabriel.
El primero se refería a la aparición de San Gabriel a Zacarías al momento de ofrecer el incienso (Lc. I, 8 ss) y el otro a la “no imposibilidad” de que el ángel del cap. VIII sea San Gabriel, a pesar de que podría parecer lo contrario a primera vista.
Vamos a agregar ahora dos argumentos más, uno parecido al del cap. VIII y otro casi podría decirse un argumento de autoridad. Veamos:

En el cap. XVI, después de derramarse la cuarta copa, leemos:

7. Y oí al altar que decía: “Sí, Señor, el Dios, el Todopoderoso, veros y justos son tus juicios”.

La pregunta es ¿a quién se refiere San Juan con “el altar”?
Los comentadores han visto en general a los mártires del quinto sello (VI, 9), y así lo dicen expresamente Straubinger, Gelin, Wikenhauser, y parece que Allo, y esto creíamos también nosotros hasta que leímos la opinión de Fillion:

“… el autor pensaba evidentemente en el ángel encargado del fuego del altar, que mencionó más arriba en XIV, 18”.

Y la verdad que esto nos pareció mucho más probable, y por dos razones:


1) No se entiende a qué viene la alusión a los mártires del quinto sello, puesto que el juicio por su sangre derramada habrá consistido en el juicio de las trompetas, y no en el de las copas, el cual (el juicio de las copas) sucederá como venganza por el derramamiento de la sangre de los mártires del Anticristo; sin embargo tampoco parece posible que se trate de estos mártires ya que el cap. VII nos dice claramente que están “de pie ante el trono y ante el Cordero”.

2) En los dos versículos anteriores se lee lo siguiente:

5. Y oí decir al ángel de las aguas: “Justo eres, (Tú que tienes por nombre) el Es y el  Era, oh Santo, en haber hecho este juicio”.
6. Porque sangre de Santos y Profetas derramaron y sangre les has dado a beber: son dignos.

Con lo cual parece más conforme con el texto que así como antes habló el ángel de las aguas, ahora hable el ángel del altar, o sea el del fuego del altar.
¿Y a qué viene que estos dos ángeles alaben así la venganza divina, podrá preguntarse alguno?
Con respecto al ángel de las aguas[1] la razón es obvia y la da el mismo texto: así como derramaron sangre de profetas y de santos, así Dios les da a beber sangre; sin embargo no queda del todo claro la razón por la cual el ángel del fuego confirma lo que dice el ángel de las aguas alabando la justicia divina… a menos que el ángel del altar sea el mismo que el del fuego (XIV, 18) y que el que dio la orden de derramar las siete copas (XVI, 1), y en efecto así es según nuestra interpretación, ya que en todos los casos se trata de San Gabriel.

2) El segundo argumento para defender la identidad del ángel del fuego con San Gabriel nos vino de un testimonio tan impensado como autorizado: el de los Rabinos.
Leyendo la interesantísima colección de textos Rabínicos del P. Bonsirven[2] nos topamos con esta afirmación:

“Nuestros maestros enseñan: hay seis especies de fuego: el fuego que come pero no bebe, el fuego que bebe pero no come, el fuego que come y bebe, el fuego que come tanto lo seco como lo húmedo, el fuego que repele el fuego, el fuego que consume el fuego.

“El fuego que come pero no bebe” es el nuestro (el agua lo extingue).

“El fuego que bebe pero no come” es la fiebre del enfermo.

“El fuego que come y bebe” es el de Elías, pues está escrito: “Entonces bajó el fuego de Yahvé y consumió… lamiendo incluso el agua” (III Reg. XVIII, 38).

“El fuego que come tanto lo seco como lo húmedo” es el fuego de la pila de madera.

“El fuego que repele el fuego” es el de Gabriel (Dan. III, 27).

“El fuego que consume el fuego” es el de la Shechinah.

Si bien es cierto que no se habla del fuego del altar, no por eso deja de ser interesante la relación que existe entre San Gabriel y el fuego. De hecho los Rabinos dicen que así como San Miguel es de color nieve, San Gabriel es de color fuego; cfr. también Apoc. X, 1b[3].

Vale!




[1] Así como el ángel del fuego es el del fuego del altar, el de las aguas se refiere posiblemente a las dos pilas de bronce (Ex. XXX, 17 ss) que estaban colocadas entre el tabernáculo y el altar de los holocaustos (Ex. XXVII, 1 ss) y que no debe confundirse con el altar del incienso (Ex. XXX, 1 ss). Cabe recordar que todo lo que construyó Moisés (y Salomón) no era más que un modelo de algo que había visto (Ex. XXV, 40; Heb. VIII, 5) y que San Juan nos describe a través del Apocalipsis.

[2] Textes Rabbiniques des deux premiers siécles chrétiens, J Bonsirven, S.J., 1955, num. 885. El texto corresponde al tratado Yoma num. 21b. Bonsirven trae el texto un poco mutilado. Lo hemos completado con una versión inglesa. La puntuación está un tanto modificada.

[3] Una última observación. En un principio pensamos que el ángel que encierra a Satanás en el abismo en el cap. XX podía ser el mismo San Gabriel ya que se dice de él que el Apóstol lo ve “descender del cielo” al igual que al ángel de X, 1 y XVIII, 1. El hecho de que pidamos todos los días después de Misa a San Miguel que “arroje al infierno a Satanás…” no nos parecía concluyente contra la identidad de San Gabriel, porque, pensábamos, bien podía ser que San Miguel fuera el encargado de anunciar el encierro y San Gabriel de ejecutarlo… sin embargo dos razones nos movieron a no ver en el ángel del cap. XX a San Gabriel:

a) En primer lugar no se dice de este ángel que tuviera poder (X, 1) o una poderosa voz (XVIII, 2).

b) En segundo lugar, y sobre todo, este ángel no le habla a San Juan, mientras que la misión de San Gabriel es siempre la de anunciar o revelar algo. En el caso del cap. XX San Juan simplemente tiene una visión y el ángel no le habla en absoluto.