domingo, 8 de septiembre de 2013

Addenda IV: El tiempo está cerca – Vengo pronto – Las cosas que deben suceder pronto

Cuando releíamos los autores para poder hacer los artículos sobre Algunas Notas a Apocalipsis I, 1-3 nos encontramos con que Caballero Sánchez coincidía bastante con nuestra interpretación sobre aquellos difíciles pasajes que hablaban de la inminencia de la Parusía. Lo que escribimos puede verse AQUI

Comentando las palabras “lo que debe suceder pronto” del v.1, Caballero Sánchez afirma:

Estos secretos versan sobre "las cosas que tienen que acontecer en breve… pues, el tiempo está cerca".
La primera de estas expresiones tiene un sabor bíblico consagrado que implica, por un lado, lo infalible de la realización histórica de la Parusía, y, por otro, lo inminente de ella.
Esta idea de la proximidad de los acontecimientos, y no la de su rápida sucesión uno tras otro, es la que viene subrayada por la segunda expresión: "el tiempo está cerca".
El libro insiste, del principio al fin, en poner de relieve esta proximidad o inminencia.
Este problema de la "proximidad de la Parusía" es uno de los grandes caballos de batalla de la exégesis. Fundándose en estos textos, tan claros aquí como en los Evangelios, y especialmente en el discurso escatológico del Señor, los herejes "escatologistas" se gozan en demostrar cómo toda la revelación cristiana descansa en la pura ilusión de una inmediata Parusía.
Los “creyentes”, al contrario, reaccionando vivamente contra consecuencias tan demoledoras, se esfuerzan por opacar el sentido escatológico de numerosos textos, y donde no pueden hacerlo, procuran al menos quitarles la idea de inmediación que contienen.
Ni lo uno, ni lo otro. La lealtad exige que se reciban esos textos escatológicos con la sencillez de la paloma, en su sentido obvio y natural; pero, la sabiduría pide que se los escrute con la prudencia de la serpiente, no según la medida de la carne, sino según el modo del Espíritu.
Ahora bien; recordemos la naturaleza del "tiempo del fin" o "días escatológicos" y su enlace con el Salvador Jesús. Se trata de un tiempo, no abstracto sino concreto, "recortado en la historia de Jerusalén y del pueblo mesiánico”. Es la fórmula de Daniel, el profeta cronólogo. Tenemos que entender ese tiempo compenetrado con Israel mesiánico; no corre desde que Israel se desgajó de la oliva, perdiendo la unción sagrada; quedó estancado con el pueblo negador de su Cristo que es su Camino y su Vida. Está a la vista e inminente siempre para cuando Israel se convierta, volviendo a recibir la unción mesiánica. El Jefe-Ungido que expiró en la cruz y el otro Ungido evacuado tienen que volver a encontrarse para que la septuagésima semana empiece a realizarse. Podemos decir, por tanto que el "tiempo del fin" es inminente, pero que todavía no estamos en él. Siempre estuvo inminente porque en el corazón de los Apóstoles y de la Santa Iglesia existe el ansia perpetua del regreso del Pródigo a la casa paterna…

Cuando Israel reviva bajo la bandera de su Salvador-Ungido, cesará su estancamiento del Calvario y se reanudará su marcha mesiánica por su camino propio a la cabeza de las naciones: siete años de probación final, "tiempo escatológico", que desembocan en la plenitud redentora de la Parusía.
Pero si la entrada de Israel en la Fe católica fija el principio del tiempo escatológico, ¿cómo puede hablarse de su proximidad e inmediación, siendo así que implica una distancia ya veinte veces secular?
Grave dificultad efectivamente para los doctores que toman por punto de partida del tiempo del fin, la Ascensión del Señor, o Pentecostés, o la ruina de Jerusalén, y nos hacen esperar por miles de años la Parusía. Pues, quitan a ese tiempo su sabor judío, lo vuelven presente cuando se lo pinta como futuro, la extienden indefinidamente cuando es por naturaleza "breve'', y lo desligan de la Parusía cuando su razón de ser es la preparación inmediata de ella.
Dificultad que se resuelve sin pena cuando se sabe que el tiempo gentílico es un paréntesis en la historia del Pueblo de Dios; que este tiempo no es escatológico sino en cuanto prepara providencialmente el renacimiento en Cristo de Israel caído, con cuya resurrección se inicia la semana final antes de la Parusía. La digresión actual del Evangelio por entre las naciones tiene por objeto preparar a éstas a convivir a la sombra del mismo Árbol de Vida con el pueblo judío rehabilitado en su condición sagrada de Pueblo-Cristo…
El rodeo que da el Espíritu por entre las Naciones, antes de incendiar a Israel, se parece a un paseíto de exploración antes de recogerse en casa. El anillo de enganche de la septuagésima semana con las anteriores está ya forjado: pronto se hará la soldadura: “El tiempo está cerca; ya vengo…”. Que mis heraldos trabajen intensamente en sembrar el Evangelio en todas las criaturas; que se arrepienta Israel y abra los ojos a la fe; y entonces volveré a daros el refrigerio de mi Día sabático...
Luego, reintegremos al tiempo escatológico su sujeto principal que es el pueblo judío regenerado; entendamos las expresiones proféticas según la medida del Espíritu; y entonces, frente a la blasfemia de los "escatologistas" y al error de los antiescatologistas, se dibujará la verdadera Escatología cuya inminencia se comprenderá sin violentar los textos, y cuyo contenido se vislumbrará menos confusamente en función de la Parusía del Señor.
"Las cosas que tienen que suceder pronto", contenido del Apocalipsis, son también llamadas “las palabras de la profecía, escritas" por Juan.
El Apocalipsis es, por lo tanto un libro de substancia profética que describirá las circunstancias futuras en torno a la "manifestación de Jesucristo".

Hasta aquí Caballero Sánchez. Nada queda por agregar o comentar.


Vale!