martes, 16 de julio de 2013

El Discurso Parusíaco VI: Respuesta de Jesucristo, I.


Como recordará el lector, durante las primeras cuatro partes nos propusimos demostrar la diferencia entre lo que trae Lc XXI por una parte y lo que Mt-Mc nos dejaron por la otra. Nuestra tesis principal es que se trata de dos discursos diferentes, y después de hablar sobre todo lo relativo a la(s) pregunta(s) vamos a comenzar ahora mostrando las diferencias en la(s) respuesta(s) de Nuestro Señor.
Para resumir en dos palabras las estructuras de ambas respuestas podemos dar el siguiente cuadro:

En el caso de San Lucas tenemos[1]:

1) Sucesos anteriores a la destrucción de Jerusalén pero que, sin embargo, no son signos (vers. 8-19).

2) El signo propiamente tal de la destrucción: sitio a Jerusalén por los ejércitos (vers. 20) seguido de las calamidades que le han de acaecer a los judíos, las cuales Nuestro Señor extiende hasta el cumplimiento de “el tiempo de los gentiles” (vers. 21-24).

3) De aquí pasa Nuestro Señor directamente a la Parusía (v. 25-28), seguido de la parábola de la higuera y de los otros árboles y de la exhortación a la vigilancia (vers. 29-36).

En el caso de San Marcos (y Mt) tenemos:

1) Sucesos anteriores a la Parusía pero que, sin embargo, no son signos (vers. 5-13) sino tan sólo el comienzo de los dolores.

2) El signo propiamente tal de la Parusía que es el Anticristo profanando el Templo (vers. 14-23).

3) La Parusía (vers. 24-27), seguido de la parábola de la higuera y de la exhortación a la vigilancia[2] (vers. 28-37).

La primera serie de artículos estarán dedicados a lo que hemos dado en llamar “sucesos anteriores del signo”. Las diferencias no son mayores pero creemos que son lo suficientemente claras para dejar ver una duplicidad de discursos.

Veamos:

Mateo XXIV

4 Y Jesús les respondió diciendo: "Cuidaos que nadie os engañe.
5 Porque muchos vendrán bajo mi nombre[3], diciendo: "Yo soy el Cristo", y a muchos engañarán.

Marcos XIII

5 Y Jesús se puso a decirles: "Cuidaos que nadie os engañe.
6 Muchos vendrán bajo mi nombre diciendo: "Yo soy (el Cristo)", y a muchos engañarán.

Lucas XXI

8 Y El dijo: "cuidaos que no os engañen; porque muchos vendrán bajo mi nombre diciendo: "Yo soy” y “el tiempo está cerca". No les sigáis.


Hasta aquí los textos. La principal diferencia entre ellos radica en que Lc agrega “el tiempo está cerca” (en griego καιρὸς) lo cual algunos autores como Schmid, Lagrange y Oñate identifican con el pasaje de Dn VII, 22: “hasta que vino el Anciano de días y el juicio fue dado a los santos del Altísimo y llegó el tiempo (ὁ καιρὸς) en que los santos tomaron posesión del reino”, lo cual prueba que el argumento de que Lc evitó usar ciertos términos y pasajes del AT en atención a los destinatarios de su Evangelio cae por su base.
Acaso podría llamar la atención que la frase “el tiempo está cerca” se encuentre sólo en Lc referida a la destrucción de Jerusalén y no en el discurso traído por Mt-Mc que se refiere a la Parusía. Entramos acá en un tema muy interesante y es el siguiente ¿a qué tiempos se refiere? Como a menudo sucede es la misma Escritura la que nos da la respuesta:
Por Mc. I, 15 sabemos que Nuestro Señor comenzó su vida pública diciendo “el tiempo ( καιρὸς) se ha cumplido y ha llegado el reino de Dios, arrepentíos y creed en la Buena Nueva[4]” y luego en Lc XII, 56 Nuestro Señor reprende a los fariseos: “Hipócritas, sabéis conocer el aspecto de la tierra y del cielo; ¿por qué entonces no conocéis el tiempo (τὸν καιρὸν)?” y en Lc. XIX, 41-44: “Y cuando estuvo cerca, viendo la ciudad lloró sobre ella y dijo: “¡ah si en este día conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondida a tus ojos. Porque días vendrán sobre ti, y tus enemigos te circunvalarán con un vallado, y te cercarán en derredor y te estrecharán de todas partes; derribarán por tierra a ti, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no conociste el tiempo (τὸν καιρὸν) en que has sido visitada”; y en Jn. VII, 1-8, vemos aún más claro el sentido: “Después désto Jesús anduvo por Galilea; pues no quería andar (más) por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Estando próxima la fiesta judía de los Tabernáculos, sus hermanos le dijeron: “Trasládate a Judea, para que tus discípulos también (allí) vean qué obras haces. Ninguno esconde las propias obras cuando él mismo desea estar en evidencia. Ya que Tú haces tales obras, muéstrate al mundo”. Efectivamente ni sus mismos hermanos creían en Él. Jesús, por tanto, les respondió: “El tiempo (ὁ καιρὸς) no ha llegado aún para Mí; para vosotros siempre está a punto. El mundo no puede odiaros a vosotros; a Mí, al contrario, me odia porque Yo testifico contra él que sus obras son malas. Id vosotros a la fiesta; Yo, no voy a esta fiesta, porque mi tiempo (ὁ ἐμὸς καιρὸς) aún no ha llegado”. Es decir, lo que no había llegado era el tiempo de presentarse al pueblo como Rey, puesto que lo que sus parientes le pedían era que hiciera las mismas obras que en Galilea para que fuera proclamado como Mesías en Jerusalén, la capital, y en una de las tres fiestas principales.
Y no se diga que aquí Nuestro Señor está hablando de su pasión como parece indicarlo el vers. 30: “Buscaban entonces apoderarse de Él, pero nadie puso sobre Él la mano, porque su hora no había llegado aún” y esto por dos razones: la primera porque Jesús no se niega ir a la fiesta sino que se niega ir con sus parientes y hacer en público los mismos milagros que hacía allí. De hecho como lo indica el texto (VII, 9 y ss.), Él sí fue a la fiesta, pero en secreto. Por eso cuando les responde: “Yo no voy a esta fiesta”, el sentido es: “Yo no voy con vosotros en público”, como lo indica Rene Thibaut S.J. en su preciosa obrita “Le sens des paroles du Christ[5] y la segunda razón es que el texto no dice que “el tiempo” no había llegado sino “su hora” (ἡ ὥρα αὐτοῦ), al igual que en Jn. VIII, 20 y II, 4 cuando Jesús dice: “mi hora (ἡ ὥρα μου) no ha llegado”. En el primer caso el Evangelista quiere decir que no había llegado el momento de que lo apresaran y en el segundo que no había llegado la hora de dar comienzo a sus milagros, como consta por los textos.
El hecho de que no había llegado el tiempo se ve también en Jn VI, 14-15 cuando después de la primera multiplicación de los panes: “Aquellos hombres, a la vista del milagro que acababa de hacer, dijeron: “este es verdaderamente el profeta[6], el que ha de venir al mundo[7]”. Jesús sabiendo, pues, que vendrían a apoderarse de Él para hacerlo rey, se alejó de nuevo a la montaña, Él solo”.
Cfr. también Mt. III, 2; IV, 17-23; X, 7; XVI, 1-4; Lc. IX, 2 y X, 9; II Cor. VI, 2; Is. XLIX, 8.

En definitiva, creemos sin más que Nuestro Señor está hablando del Reino Milenario prometido a los judíos durante todo el Antiguo Testamento. Reino que iba a traer e inaugurar el Mesías y cuyos tiempos ya se estaban cumpliendo (Dn. IX, 24-26). Habiendo llegado el tiempo previsto Nuestro Señor vino a recoger los frutos de la Higuera (Israel), (Mt. XXI, 33 ss., Lc. XX, 9 ss), pero la misma estaba seca y no dio fruto alguno (Mt. XXI, 18 ss; Mc. XI, 12 ss) ya que “vino a su casa y los suyos no lo recibieron” como dice San Juan, pues de lo contrario, si los judíos hubieran recibido a su Mesías el domingo de Ramos entonces el Milenio, es decir el Reinado de facto de Nuestro Señor, hubiera tenido lugar ya que como lo indica el Salmo CXVII (CXVIII), que hace una clara referencia al Milenio, “este es el día que hizo Yahvé” (v. 24) y el pueblo comprendió perfectamente bien el significado y el cumplimiento de lo profetizado en este Salmo cuando aclamó a Jesús, por medio de una procesión con ramos frondosos (v. 27), como “al que viene en nombre de Yahvé” (v. 26) agregando “¡Bendito sea el advenimiento del reino de nuestro padre David!” (Mc. XI, 10), y esto mismo entendieron los Fariseos cuando le dijeron a Nuestro Señor que hiciera callar a los que lo alababan, ya que sabían muy bien lo que estaba sucediendo, puesto que los Profetas habían anunciado esta entrada triunfal del Mesías Rey en Jerusalén (Dn. IX, 25; Zac. IX, 9; Is. LXII, 11; Mal. III, 1). De aquí que el Martes Santo, una vez que ya se había producido el rechazo, les vuelve a citar el Salmo (v. 22-23) cuando les narró la parábola de los viñadores homicidas (Mt. XXI, 42, Mc. XII, 10 s; Lc. XX, 17 s.) a fin de anunciarles que la viña iba a pasar a ser arrendada por los gentiles: “la piedra que rechazaron los constructores ha venido a ser la piedra angular. Obra de Yahvé es esto, admirable ante nuestros ojos”; pero como Dios nunca anuncia males o castigos sin dar alguna esperanza, les profetizó allí mismo la futura, total y plena conversión con su segunda Venida al decirles “por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” es decir que al haberlo rechazado en su primera Venida no queda más alternativa que inaugurar el Reino Milenario cuando Jesucristo venga “en gloria y majestad” por segunda vez[8]. Por eso es que pasado el domingo de Ramos Nuestro Señor ya no habla de el tiempo, sino de mi tiempo: καιρός μου, (Mt. XXVI, 18) referido a su Pasión. Ahora sólo resta esperar la plenitud de los tiempos (Ef. I, 10), los tiempos del refrigerio (Hech. III, 20), que se cumplan los tiempos de los gentiles (Lc. XXI, 24), los tiempos de la restauración de Israel cuyos momentos Nuestro Señor no quiso revelarnos (Hech. I, 6-7; I Tes, V, 1; II Ped. III, 10; Apoc. XVI, 15; Mc. XIII, 32; Lc. XII, 40; Mt. XXIV, 36), sino que sólo nos advirtió que velásemos porque están cerca (Apoc. I, 3; XXII, 10).

Hasta aquí la primera diferencia en las respuestas de ambos discursos. Puede no decir mucho, es cierto, pero esperamos que valga como un pequeño comienzo. Hay mucha tela para cortar sobre lo que acabamos de decir pero no podemos extendernos ya que nos desviaría un poco del fin inmediato destos artículos.

Vale!


[1] Para tener desde ya la exégesis del discurso de San Lucas recordar lo que dijimos AQUI

[2] No deja de llamar la atención que la liturgia toma para el Domingo XXIV después de Pentecostés los versículos 15-44 de San Mateo, mientras que en el I Domingo de Adviento toma a San Lucas desde los versículos 25 a 36, ignorando así, en ambos casos, los versículos anteriores que se refieren a la primera mitad de la septuagésima semana y a la destrucción de Jerusalén respectivamente.

[3]Vendrá bajo mi nombre”: uno podría estar tentado a adoptar la traducción más usual: “vendrán en mi nombre”, en decir, se presentarán como mis enviados. Pero no se comprende que estos impostores busquen hacerse pasar por Mesías. Evidentemente el enviado no es el Maestro. Así, pues, hay que respetar el matiz de la preposición griega y traducir: “vendrán bajo mi nombre”, es decir, se atribuirán mi calidad de Mesías, palabras y obras”. Buzy, en su comentario a San Mateo en La Sainte Bible, de L. Pirot.

[4] Seguimos la traducción de Joüon, L`Évangile de Notre-Seigneur Jésus-Christ, Beauchesne, 1930.

[5] Desclée de Brouwer, 1940, pag. 128-129.

[6] Cfr. Hech. III, 22; Deut. XVIII, 15.

[7] Straubinger in Jn XI, 27 comenta magistralmente: “El que viene: en griego ἐρχόμενος, participio presente que traduce literalmente la fórmula hebrea: Ha-ba, con que el Antiguo Testamento anuncia al Mesías Rey venidero. Así lo vemos en Mt. XI, 3; XXI, 9; en Lc. VII, 19 y en Jn. VI, 14, etc. aplicado como aquí en el sentido de “el que había de venir”. En Mt. XXIII, 39 (véase la nota) Jesús se aplica la misma palabra griega correspondiente a la misma expresión hebrea del Sal. CXVII (CXVIII), 26 que Él cita allí, pero esta vez con relación a su segunda venida. Lo mismo hace en Mt. XVI, 28; XXVI, 64; Mc. XIII, 26; XIV, 62 etc. anunciando la primera vez su Transfiguración, y todas las demás veces su Parusía, y usando siempre esta palabra en el sentido de futuro en que lo había usado el Bautista al anunciar la primera en Mt. III, 11 donde la Vulgata la traduce por venturus (venidero). Es decir que aunque Jesús ya vino, sigue siendo el que viene, o sea el que ha de venir, pues cuando vino no lo recibieron (Jn. I, 11) y entonces Él anunció a los judíos que vendría de nuevo (Cfr. Heb. IX, 28; Hech. III, 20 ss; Fil. III, 20 s., etc.), por donde en adelante el participio presente tiene el sentido de futuro como lo usa Jesús en los anuncios de su Parusía que hemos mencionado. Cfr. II Jn. 7; Apoc. I, 8. Así lo hace también S. Pablo (Cfr. Heb. X, 37 y nota), tomando esa palabra que Habacuc (II, 3 s.) usa en los LXX para anunciar al Libertador de Israel, y aplicándola como dice Crampon, al Cristo venidero en los tiempos Mesiánicos, o sea, como dice la reciente Biblia de Pirot, “cuando venga a juzgar al mundo”.  

[8] Exceptuando el llamado tiempo apostólico, tiempo que Jesucristo les otorgó para que se convirtieran.