martes, 16 de abril de 2013

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. V (II de IV)


Desafortunadamente ha habido algunas malas interpretaciones más bien serias de las segunda y tercer lección contenidas en esta parte de la encíclica Quanto conficiamur moerore que trata de la necesidad de la Iglesia Católica para la salvación. La segunda lección se encuentra en la enseñanza de Pío IX sobre la distinción entre la necesidad de medio de la Iglesia y su necesidad de precepto. Esta lección se encuentra en una oración más bien larga y complicada. La encíclica nos dice: “pero bien conocido es también el dogma católico, a saber, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, y que los contumaces contra la autoridad y definiciones de la misma Iglesia, y los pertinazmente divididos de la unidad de la misma Iglesia y del Romano Pontífice, sucesor de Pedro, "a quien fue encomendada por el Salvador la guarda de la viña", no pueden alcanzar la eterna salvación.”
Algunos escritores y maestros descuidados han hecho creer a las personas que la segunda parte de esta oración es un desarrollo de lo dicho en la primera sección de la misma oración. A propósito, este tipo de escritores incluso malinterpretaron la carta del Santo Oficio de 1949, la Suprema haec sacra, en donde la terminología usada es incluso más clara que la de Quanto conficiamur moerore.  En ambos casos se intentó dar la impresión que la Iglesia Católica era necesaria para la salvación con necesidad de precepto solamente. En los dos casos estos intentos fueron claramente falsos. Aquí, de todas formas, vamos a considerar solamente el texto de la encíclica de Pío IX. La Suprema haec sacra será estudiada en un capítulo posterior.

El texto inmediato en la Quanto conficiamur moerore indica muy claramente que el Soberano Pontífice estaba tratando de dos clases diferentes de necesidades. El contexto prueba esto sin ningún lugar a dudas. La sentencia citada dos párrafos más arriba nos habla del muy conocido dogma de que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia y afirma que las personas contumazmente separadas de la Iglesia y de su cabeza visible no pueden salvarse. El texto mismo indica pues, con bastante claridad que la Iglesia es, según su propia doctrina, necesaria en dos formas distintas. En primer lugar es representada como algo necesario para todos los hombres. Nadie va a obtener la salvación eterna a menos que, al momento de la muerte, está de alguna manera “dentro” desta sociedad. Además, se la presenta como necesaria de otra manera. Aquellos que obstinadamente estén separados de ella y de su cabeza visible, el Romano Pontífice, no pueden obtener la salvación eterna.
Ahora bien, es bastante evidente que la primera frase no sería para nada verdadera si la Iglesia Católica fuera necesaria para la salvación sólo con necesidad de precepto. Se dice que algo es necesario para la salvación con necesidad de precepto cuando Dios ha dado una orden que no puede desobedecerse sino es a costa de perder la amistad con Él. Aquello que sólo es objeto de un mandato de Dios y nada más, sería algo necesario sólo con necesidad de precepto. Las únicas personas que podrían ser excluidas  de la salvación en este caso serían los hombres y mujeres que a sabiendas y deliberadamente desobedecen el mandato dado por Dios. Aquellos que ignoran invenciblemente el mandato no serían y no podrían ser privados de la salvación eterna al no obedecer este mandato.
Así pues, si la Iglesia fuera necesaria para la salvación meramente con necesidad de precepto o, para decirlo con otras palabras, si la Iglesia fuera necesaria para la salvación sólo en el sentido de que los individuos contumazmente separados de ella no pueden salvarse, entonces definitivamente no sería verdadero decir que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica. Sin embargo esto es precisamente lo que enseña la encíclica Quanto conficiamur moerore, junto con muchos otros documentos autoritativos de la ecclesia docens. El lenguaje de la encíclica es muy explícito: “neminem scilicet extra catholicam Ecclesiam posse salvari”.
La única forma que alguien pueda sostener lógicamente que la afirmación “nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica” no significa otra cosa que “aquellos que están separados de la Iglesia contumazmente no pueden salvarse”, es afirmando que las únicas personas fuera de la Iglesia son aquellos que están obstinadamente separados de ella. Tal enseñanza constituiría, por supuesto, una negación de toda ignorancia invencible de la Iglesia de parte de los no-Católicos. Esta interpretación iría en contra del contexto mismo del documento que se está explicando. Aún así esta fantástica enseñanza está implícita necesaria y claramente en todo intento que se hace por persuadir a las personas que el dogma de la necesidad de la Iglesia para la salvación sólo significa que las personas que obstinadamente permanecen separadas de la Iglesia y del Romano Pontífice no pueden obtener la salvación eterna.
El contexto de la Quanto conficiamur moerore hace todavía más evidente el hecho de que no podamos explicar el dogma de la necesidad de la Iglesia para la salvación como significando meramente que la Iglesia es necesaria con necesidad de precepto. El primer punto desta sección de la Quanto conficiamur moerore el vigoroso rechazo de Pío IX a la enseñanza errónea “hombres que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica pueden llegar a la eterna salvación”. Aquí el Papa se refiere a todas las personas desta clase. No restringió su afirmación a aquellos que a sabiendas o contumazmente viven y permanecen fuera de la Iglesia y de su magisterio. Sólo violentando manifiestamente el texto se puede interpretar el texto de la encíclica en el sentido de aplicarla sólo a los que están separados de obstinadamente de la fe y unidad Católica.
Claramente se concluye, aunque obviamente no en forma tan explícita como la Suprema haec sacra, que la encíclica Quanto conficiamur moerore enseña que el dogma de la necesidad de la Iglesia Católica para la salvación significa que la Iglesia es necesaria de dos maneras. Primero, es necesaria con necesidad de precepto puesto que Dios mismo ha ordenado a todos los hombres a entrar en esta sociedad. Segundo, también es necesaria con necesidad de medio puesto que ha sido constituida por Dios mismo como un factor fuera del cual los hombres no van y no pueden alcanzar la Visión Beatífica.