sábado, 2 de marzo de 2013

El Cordero y su Iglesia (Apoc. 14, 1-5) I de III

   Nota del Blog: presentamos aquí un tabajo que apareció en la Revista Bíblica fundada por Straubinger. Ed. Ene-Mar 1953. El autor es Pedro Miranda, S.V.D.
   Tenemos algunas diferencias pero nos parece que de todas formas presenta algunos puntos interesantes en esta visión que nos parece de las más difíciles en el Apocalipsis.


1. "Vi, y he aquí el Cordero, que estaba (de pie[1]) sobre el monte de Sión, y con Él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevan su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes,
2. y oi una voz del cielo, como voz de grandes aguas, como voz de gran trueno; y la voz que oí era de citaristas, que tocaban sus cítaras
3. y cantaban un cántico nuevo, delante del trono y de los cuatro vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico, sino los ciento cuarenta y cuatro mil, los que fueron rescatados de la tierra.
4. Estos son los que no se mancharon con mujeres y son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero dondequiera que vaya. Estos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero,
5. y en su boca no se halló mentira, son inmaculados".



Introducción

Este conocidísimo pasaje, aunque muy discutido y diversamente interpretado, ocupa sin embargo, por opinión unánime de los exégetas, un lugar central en la Gran Revelación de N. S. Jesucristo.
Hasta ahora la gran mayoría de los intérpretes ha visto en este pasaje a aquellos miembros de la Iglesia triunfante que conservaron la virginidad y que por lo tanto, ostentan en el cielo una "aureola" especial como enseñan muchos libros de dogma[2] y ha tratado de sacar partido de ellos la ascética[3].
Otros, identificando estos 144.000 con aquellos otros 144.000 "marcados" del c. VII aseguran que se trata del pueblo judío que en los últimos tiempos, una vez convertido, gozará de una protección especial de Dios[4].
Otros creen que se trata de una parte selecta de la Iglesia militante: aquellos cuyo  ideal es la virginidad del celibato y luchan con Cristo por la causa de su Reino y la Gloria de su Padre[5].
Otros, por último, ven aquí a toda la Iglesia militante de  Cristo Rey -y no sólo a una parte de ella-, invencible por los que militan en las filas de Satanás y fiel a la Alianza sellada con la sangre del "Cordero" divino, Cristo Jesús, el Mediador del Nuevo Testamento[6].
Estas son las diversas interpretaciones. La primera y la tercera se basan en la aceptación propia e individual de la palabra "vírgenes". Son los hombres que han consagrado su virginidad a Dios con el fin de dedicarse enteramente a los intereses de Dios y de su reino. La segunda y cuarta, al contrario, se fundan en el sentido impropio o sea metafórico y colectivo. Las “vírgenes” son la Iglesia, esposa inmaculada de Cristo, que fiel a sus desposorios jamás se aparta de Él para ir en pos de dioses falsos como tantas veces lo hiciera el Pueblo de la Antigua Alianza.
En las siguientes líneas expondré la última de las cuatro sentencias por parecerme la más acertada.


Contexto

El contexto: lo forman los caps. XII, XIII y XIV.

1) Con el c. XII se abre el escenario: un antagonismo se hace patente entre dos figuras: Aparece, primeramente, "Una Mujer vestida de sol", figura esplendorosa de la Iglesia (Sinagoga y nuevo Israel) dibujada en un fondo de cielo con colores y adornos copiados a la misma gloriosísima Madre de Dios. Luego sigue la horrorosa pintura del "dragón grande rojo", símbolo de Satanás, el enemigo declarado de Dios, que pretende aniquilar a Jesús en el mismo momento de su nacimiento -tal es su postura- y hacer la guerra a su Iglesia.

2) Este mismo antagonismo se ve en los caps. XIII y XIV, 1-5.

Al "dragón" del c. XII siguen sucesivamente en el c. XIII "dos bestias", la del mar y la de la tierra, imágenes de los falsos cristos y de los falsos profetas de todos los tiempos que logran que el "dragón" sea adorado por "toda la tierra" y pretenden "hacer la guerra a los santos".
Es la antítesis del c. XIV, 1-5.

a) A la "Bestia" herida de muerte pero curada, (XIII, 3. 12. 14.) se opone el "Cordero" muerto pero resucitado (V, 6).

b) A los que rinden culto al "Dragón" y a la 'Bestia" (XIII, 4. 8. 12) se oponen los a los que rinden culto al "Padre" y al "Cordero" (XIV, 4a).

c) A los que siguen a la "Bestia" (XIII, 3b. 7) se oponen "los que siguen al Cordero" (XIV, 4b).

d) A los que, en fin, llevan la marca “que es el nombre de la Bestia o el número de su nombre" (XIII 17) se oponen los que llevan el nombre del Cordero y el nombre de su Padre escritos sobre sus frentes (XIV 1) y que les pertenecen como "los rescatados de los hombres y primicias de la tierra" (XIV, 4c).

En lo que sigue del cap. XIV se anuncia prolépticamente la caída del Dragón (denominado por su capital "Babilonia"), el eterno castigo de cuantos lo adoraron, la substancial bienaventuranza de "los muertos en el Señor" y, finalmente, el juicio bajo las imágenes de la siega y de la vendimia.


Texto original

Dos cosas llaman la atención en el conjunto de este pasaje: la asociación de los dos grupos descritos aquí por San Juan y la confusión de ambos por una incorrecta versión del texto griego según la Vulgata.

a) En efecto, San Juan distingue claramente a los 144.000 "vírgenes" de aquellos que cantan en el cielo (vv. 2 y 3a).
Entre estos dos grupos hay comunicación, pero son distintos: los 144.000 están en la tierra, los otros están en el cielo; éstos cantan, los 144.000 oyen el canto y lo aprenden.
Esta comunicación entre uno y otro grupo se debe al interés de la Iglesia triunfante (que aquí de paso se manifiesta) por el porvenir y triunfo de la militante; esto se puede comprobar por varios pasajes del Apoc. (Cf. VI, 9; VII, 9-17; VIII, 2; XV, 2-4).

b) La Vulgata favoreció la confusión de los dos grupos traduciendo “μαθεῖν” (aprender), con “dicere” (decir) en vez de “discere” (aprender, entender) y agregando al v. 5 "ante thronum Dei" (ante el trono de Dios), lo cual no figura  en el texto griego.


[1] Nota del Blog: las palabras entre paréntesis faltan en el texto original.

[2] H. Lennerz.  S.J.: De novissimis, Romae, 1934, 37 nota 2. - L. Lercher, S.J.: Institutiones Theologiae Dogmaticae. Oeniponte. 19352, IV. 680.

[3] R. Garrigou Lagrange, 0.P.: El amor de Dios y la mortificación. Buenos Aires, 1938, 122.

[4] L Staehelin: Neue Gedanken sur Apokalypse. Bern. 1952, 22.

[5] E. B. Allo, O.P.: L'Apocalypse (Etudes Bibliques) París, 1921, 196. P. Welter: Die Apokalypse (Herders Bibelkommentar). Freíburg, 1942, 210s. – A. Gelin: L'Apocalypse (La Sainte Bible de L. Pirot). Paris 1951, 637. - J. Bonsirven, S,J.: L'Apocalypse (Verbum salutis). París 1951, 238s. - E. Schick: Die Apoicalypse (Echter Bibel). Würzburg 1952, 67.

[6] A. Wikenhauser: Offenbarung des Iohannes (Regensburger Neues Testament). Regensburg 1947, 99. - M. E. Boismard O.P.: L´Apocalipse (La Sainte Bible de Jérusalem). París 1950, 61. – id. Notes sur l´Apocalypse: Revue Biblique; 59 (1952) 161-181. – W. Koester, S. J.: Lamm und Kirche in der Apokalypse (en Vom Wort des Lebens), Münster 1951, p. 161.