jueves, 31 de enero de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. IV (IV de IV)


5. Profecía y realeza, atributos del sacerdocio mesiánico

La fe mesiánica esperaba ver esa perfección cumplida en tres excelencias: el sacerdocio, la realeza y la profecía; y todas tres consumadas en la persona del Ungido de Yahveh. Precisamente, las sucesivas decepciones (ante el paradero trivial, cuando no trágico, de algunos reinados promisorios —como los de David, Salomón, Ezequías, Josías) son las que ocasionaron la perpetua fractura interior del pueblo hebreo; fractura que nunca llega a escindir la base común (ni aun cuando el cisma de Jeroboam), pero que instaura dos actitudes incompatibles con la dignidad y la misión sacerdotales de Israel. Una parte del pueblo, la mayor, cae siempre en el desánimo, el despecho y la apostasía; mientras la otra, exasperado el deseo por la tardanza, interviene en confabulaciones y sediciones alocadas, a iniciativa del primer aventurero; o vive delirando (como el puñado de altivos eremitas de Qumrán) con una victoria militar fantástica de los puros sobre los inicuos.

domingo, 27 de enero de 2013

El Abismo de las Almas, por Léon Bloy

G. Doré

En cada alma -esto lo escribo para ti, Isabel- hay un abismo de misterio. Cada uno de nosotros lleva dentro de sí un abismo ignorado. Cuando las cosas que han estado ocultas nos sean reveladas, según la promesa del Señor, habrá sorpresas inimaginables. No sé qué cosas te han enseñado; pero demasiado sé las que han dejado de enseñarte. Te han dicho que tienes un alma inmortal que debe salvarse; pero nadie te ha dicho que esa alma es un abismo en el cual todos los mundos podrían ser absorbidos y dentro del cual ha entrado el mismo Hijo de Dios, el Creador de todos los mundos; y que esa alma es, en verdad, el sepulcro de Jesucristo, por cuyo rescate han dado su vida en otra época multitudes de hombres. También te han dicho que Jesús ha muerto por ti, por tu alma; pero ignoras que tienes no sólo el derecho sino la obligación de suponer que de haber estado sola en el mundo, de haber sido tú la única hija de Adán, la Segunda Persona Divina se hubiera encarnado, y se hubiera hecho crucificar por ti, como lo hizo por millares de hijos de Adán. De ahí que tú seas particular e inefablemente preciosa, pues el universo ha sido creado para ti sola, el Paraíso, el Purgatorio y el Infierno, han sido preparados para ti sola, y sólo por tu alma ha sido atravesado el corazón de la Madre de Dios, la cual suplica por ti sola. Te han hablado, seguramente, de la Comunión de los Santos, puesto que es un artículo de fe; pero han dejado de explicarte esta verdad: perteneces a Jesucristo como un miembro esencial de su Cuerpo divino, y eres por lo tanto no sólo partícipe de Dios, sino que estás en cierto modo identificada con Dios mismo, y con Dios Redentor. Hay criaturas humanas cuyo número desconoces, que deben ser socorridas o salvadas por ti, Isabel.
La Comunión de los Santos, antídoto o contrapeso de la dispersión de Babel, atestigua una solidaridad humana tan divina, tan maravillosa, que un hombre cualquiera está obligado a responder por todos los otros, en cualquier tiempo que viva, haya vivido o esté destinado a vivir. El menor de nuestros actos repercute en profundidades infinitas, e interesa a todos los vivos y a todos los difuntos, de modo que en el conjunto de millares de hombres, cada uno de nosotros está realmente solo delante de Dios. Tal es el abismo de nuestras almas y tal es su misterio.

(CARTA A ISABEL JOLY.-1-1-1913). 

sábado, 26 de enero de 2013

Retractationes: I El Vencedor

Nota del Blog: bajo este título general pretendemos corregir errores en publicaciones pasadas, conforme avancemos en nuestros estudios.


Al hablar de “El Vencedor”, nombrado en las siete cartas a las siete Iglesias, buscamos probar la afirmación de que “el premio es común a todos los vencedores” y no un premio especial según la Iglesia a la que pertenezca el vencedor, diciendo:

2) Los mártires del Anticristo (séptima Iglesia) del capítulo VII, es decir “los que vienen de la gran tribulación” están vestidos con vestes blancas, lo cual se le promete a los vencedores de la quinta Iglesia.”

lunes, 21 de enero de 2013

Nuestra Señora de los Siete Dolores y la Madre de los Macabeos. II Dolor


SEGUNDO DOLOR

El segundo hermano, amenazado de los mismos tormentos que el primero si no come carne de puerco, responde en su lengua paterna: "No haré nada". Estando a punto de dar el último suspiro dice al rey: "Abominable bandido, tú nos haces perder la vida presente, pero el Rey del mundo nos resucitará para la vida eterna después que hayamos muerto por sus leyes”[1]. Cuando María, acompañada del Justo José y llevando al Sol del mundo huía a Egipto, el doloroso clamor de Raquel llorando a sus hijos debió huir con Ella a la soledad y llenar con sus vibraciones dolorosas el enorme silencio del desierto. Ni los espacios recorridos, ni la duración del destierro, ni las agonías de esta permanencia en el mundo crepuscular de la gentilidad, todavía ahogada a medias en las horribles tinieblas de la novena Plaga, nada fué capaz de separar o de debilitar las impresiones terribles de este concierto de sollozos que había saludado en Belén la aparición del Príncipe de la Paz. Era la ley de la Encarnación, la ley que envolvía a Jesús y que empezaba su obra. María veía qué hermana cruel había sido para las madres de Belén, que la habían visto la noche de Navidad errar sin asilo en las calles mientras ellas acariciaban con una seguridad tan extrañamente profética a aquellos que la Iglesia llama Las Flores de los Mártires.

domingo, 20 de enero de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. IV (III de IV)


4. La nación santa, reino de sacerdotes.

Todo hombre es religioso, por naturaleza. El hombre santo lo es perfectamente. De ahí que en la práctica, es decir en cuanto virtud, la religión no difiera de la santidad[1]. Esta, como acabamos de ver, se ordena al culto: es su forma, su alma. Y el culto alcanza su máxima expresión en el sacrificio, que es el momento de la perfecta religación intencional[2] de lo creado con el Creador.
La obra entera del Verbo en el seno de la historia — creación, adoctrinamiento y conducción de almas[3] — converge hacia su propio sacrificio; y la pedagogía de la Ley, de que habla el Apóstol[4], muestra de un modo patente y dramático la paulatina depuración del concepto de sacrificio, en el mensaje de los profetas; y la formación correlativa de una conciencia sacerdotal cada vez más profunda y más amplia, cada vez más semejante a la conciencia sacerdotal del Ungido de Dios. Es por eso muy justo que sea Malaquías, autor de la última página de los vaticinios de Yahveh (sello de los profetas, le llamó su pueblo), el encargado de anunciar, junto a la maldición fulminada contra los sacerdotes que habían destruido el pacto de Leví, la institución del sacrificio universal de la Nueva Alianza:

lunes, 14 de enero de 2013

Nuestra Señora de los Siete Dolores y la Madre de los Macabeos. I Dolor


PRIMER DOLOR

El historiador sagrado no nos da sus nombres, pero cada uno de ellos habla a su turno, y el Espíritu Santo que los llenaba ha querido que sus palabras fuesen conservadas. ¿Qué pedís, dijo el mayor, y que queréis aprender de nosotros?.... Estamos prontos a morir antes que violar las Leyes paternales de nuestro Dios"[1]. Hubiera podido agregar: "Está escrito en la ley de Moisés que todo niño varón, primogénito, sea consagrado al Señor y por esto, cumpliendo el tiempo de la Purificación de mi Madre, he sido llevado a Jerusalén para ser expuesto a la vista de todos los pueblos, como una luz que alumbra a las naciones y como la gloria de Israel. Porque soy la figura de otro primogénito que el Señor hará nacer en el tiempo predicho, como un signo de contradicción para consumar vuestra ruina y para resucitar a los débiles y a los indigentes, que aplastáis en este día bajo el peso de vuestro trono de iniquidad. Esto es todo lo que tenemos que deciros mis hermanos y yo. Si necesitáis otra cosa que no podamos enseñaros, pedidlo a esta Mujer más alta que toda alabanza, que va a mirarme sufrir y a quien mi muerte atravesara el corazón como una espada, a fin de que lo que haya de mas ignorado en vosotros, y de más íntimo, es decir, los pensamientos secretos de vuestro miserable corazón, sea manifestado a la claridad de la ley divina, según la cual seréis juzgados[2]. ¡En cuanto a nosotros, estamos dispuestos a morir por esa misma ley que nos prohíbe las carnes impuras y las voluptuosas abominaciones de vuestro reino, que es de este mundo y cuya participación con otros no igualaría en seducción a la magnificencia de vuestros suplicios!"

jueves, 10 de enero de 2013

El Discurso Parusíaco y los Cinco primeros Sellos (II de II)

Ver AQUI la I Parte.


CUARTO SELLO


Mateo XXIV

7b: “habrá… pestes y terremotos”


Marcos XIII

8b: “habrá terremotos en diversos lugares”.


Apocalipsis VI

7. Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: “Ven”.
8. Y miré, y he aquí un caballo pálido, y el que lo montaba tenía por nombre “la Muerte” (la Peste); y el Hades seguía en pos de él.

martes, 8 de enero de 2013

El Discurso Parusíaco y los Cinco primeros Sellos (I de II)

Nota del Blog: publicamos este pequeño trabajo con la esperanza de que pueda ser útil para una mayor comprensión de las profecías escatológicas.

Ver AQUI la II Parte.

Es casi un lugar común hablar del discurso parusíaco tal como se encuentra en Mt XXIV y en Mc XIII llamándolo “apocalipsis sucinto” o algo semejante, pero lamentablemente no todos, tal vez, se dan cuenta de cuán exacta es esta terminología. Existe una gran correspondencia, tanto en los temas como en la estructura de entrambas profecías y de ambas para con las famosas Setenta Semanas de Daniel[1].  
Por ahora nos dedicaremos a analizar los temas, pero no todos, sino sólo una parte déllos.
Algunos autores ya intentaron avanzar en este sentido. Citemos por caso lo que nos dice Straubinger comentando Apocalipsis VI, 1:

Charles ha mostrado “que la sucesión de los sellos corresponde a las de las señales del fin en el pequeño apocalipsis sinóptico de Mc 13, Mt. 24 y Lc 21”.

No nos vamos a detener en el análisis de lo que dice Charles y en señalar nuestras diferencias, baste por ahora la punta deste ovillo para meternos de lleno en la temática.

domingo, 6 de enero de 2013

Melkisedek o el Sacerdocio Real, por Fr. Antonio Vallejo. Cap. IV (II de IV)


3. La gracia santificante, gracia cultual

Los hebreos fueron siempre aficionados a suplir la falta de espíritu con sobrecarga de formas exteriores: la higuera estéril y frondosa de que habló Nuestro Señor. Pero los justos de la Promesa, numerosos y grandes, celadores de la esperanza de Israel en el infortunio de las derrotas y de los cautiverios, sabían “volverse a Dios con todo el corazón y toda el alma, y obrar verdad en su presencia” (Tobit 16, 6). De ahí que, para ellos, el paradigma de los sacrificios fuera el que había revelado una más alta virtud y una más abnegada consagración al Señor de la vida y de la muerte: el de Abraham — “virtuosior et sacratior” — en el monte Moria; donde la voluntad del oferente había coincidido del modo más heroico posible con la de Dios. Porque mayor que el mérito de entregar la propia vida es el de dar al Creador la de un hijo predilecto, única prenda de una infinita esperanza; y sobre todo, el de darla sin vacilaciones, sin reproches, sin inquirir la causa oculta de aquel mandato irracional.
Hubo, pues, conciencia (ya veremos cuánta, en el próximo capítulo), de que los sacrificios resultaban “Deo acceptissima ex devotione iustorum[1]. Como también la hubo de que la inanidad de un sacerdocio formalista transmutaba la Ley en vigor del pecado[2].

viernes, 4 de enero de 2013

El Sufrimiento, por Léon Bloy


Sabes, mi amor, lo más duro que hay para el alma es sufrir, no digo para los otros sino en los otros. Fué la más terrible agonía del Salvador. Por debajo de la espantosa pasión visible de Cristo, más allá de esa procesión de torturas y de ignominias de las cuales ya nos cuesta tanto formarnos una vaga idea, estaba su compasión que nos hará falta la eternidad para comprender —compasión desgarradora, absolutamente inefable—, que apagó el sol e hizo tambalear las constelaciones, que le hizo sudar sangre antes de su suplicio, que le hizo gritar su sed y pedir piedad a su Padre durante su suplicio. De no haber existido esta compasión aterradora, la pasión física hubiera sido quizás para Nuestro Señor sólo una larga borrachera de voluptuosidad, aunque haya sido tan atroz que no podríamos soportar la visión perfecta sin morir de espanto.
Considera que Jesús sufría en su corazón con toda la ciencia de un Dios y que en su corazón estaban todos los corazones humanos con todos sus dolores, desde Adán hasta la consumación de los siglos.
¡Ah! Sí, sufrir para los otros puede ser una gran alegría cuando se tiene el alma generosa, pero sufrir en los otros, he aquí lo que se llama verdaderamente sufrir.
Cuando aquel junto a quien vas a rezar todos los domingos, cuando el admirable San Vicente de Paul, no teniendo ningún otro medio de rescatar a un pobre galeote pagaba con su persona, tomando sus cadenas en su lugar, ese héroe cristiano debió experimentar una gran alegría, pero al mismo tiempo un dolor muy grande, un dolor que sobrepasaba infinitamente esa alegría, cuando vio que su sacrificio únicamente podía contar para un solo desgraciado, y que a su alrededor una multitud de cautivos continuaría sufriendo. Juana, mi muy querida consoladora, bien sabes lo que quiero decir cuando hablo de esos cautivos.

(Cartas a su Novia -7-XII-1889). 

miércoles, 2 de enero de 2013

Sin embargo, hemos sido hechos para ser santos...

Tomado de L. Bloy, "Meditaciones de un Solitario" (1916).

L`original ICI (nombre XXVI).


Sin embargo, hemos sido hechos para ser santos. Si algo ha sido escrito, ha sido ciertamente eso. La santidad nos es exigida de tal modo, que es inherente a la natura humana que Dios la prejuzgue, por así decirlo, en cada uno de nosotros por los sacramentos de su Iglesia, es decir por los signos místicos que operan invisiblemente en las almas el comienzo de la Gloria. Sacramentum nihil aliud nisi rem sacram, abditam atque occultam significat. Esta cosa sacra y misteriosa de la que habla aquí el Concilio de Trento tiene como efecto unir las almas a Dios. Ni la teología más trascendente tiene algo más fuerte que esta afirmación.

martes, 1 de enero de 2013

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. IV (II de III)


Así, pues, es perfectamente posible para un hombre morir “fuera” de la vera Iglesia y ser excluído por siempre de la Visión Beatífica sin que se le impute como pecado su ignorancia de la vera Iglesia o religión. Esto es precisamente lo que Pío IX dijo en la Singulari quadam. Como lo muestra el contexto, lo dijo como parte de su explicación del hecho de que el dogma Católico de la necesidad de la Iglesia para la salvación, de ninguna manera envuelve una contradicción con las enseñanzas sobre la soberana misericordia y justicia de Dios.
En esta sección de la Singulari quadam Pío IX avanza hasta urgir a los Obispos de la Iglesia Católica para que usen toda su fuerza a fin de apartar de la mente de los hombres el mortífero error de que la salvación puede encontrarse en cualquier religión. En cierta medida esta es una repetición de la errónea opinión según la cual podemos tener esperanzas de la salvación del hombre que nunca ha entrado en modo alguno en la Iglesia Católica, la primera interpretación errónea de la doctrina católica reprobada en esta parte de la alocución. Aún así, en otro sentido, el error de que la salvación puede encontrarse en cualquier religión, tiene su propia e individual malicia. Está basada en la falsa conclusión de que las religiones falsas, aquellas que no son la Católica, son en alguna medida un acercamiento parcial a la plenitud de verdad que se encuentra en el Catolicismo. Según esta aberración doctrinal, la religión Católica se diferenciaría de las otras, no como la verdad se distingue del error, sino sólo como la plenitud se distingue de participaciones incompletas. Es esta noción, la idea de que las demás religiones contienen lo suficiente de la esencia de esa plenitud de verdad que se encuentra en el Catolicismo que hace déllas vehículos para la salvación eterna, lo que la Singulari quadam ha reprobado.