sábado, 29 de diciembre de 2012

Lacunza y los ángeles de las siete Iglesias del Apocalipsis


Conocido es el desconcierto de los exégetas a la hora de identificar a los ángeles de las iglesias de los capítulos II y III del Apocalipsis. Todo tipo de teorías se han propuesto sin que ninguna satisfaga.

El texto que se refiere a ellos se encuentra ya hacia el final del capítulo I cuando al explicarle el significado de dos de sus atributos de la visión, Jesucristo mismo le dice:

20. En cuanto al misterio de las siete estrellas, que has visto en mi diestra, y los siete candelabros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete Iglesias y los siete candelabros son siete Iglesias.

Y luego en cada una de las siete Iglesias leemos al comienzo: “Al Ángel de la Iglesia de… escríbele, etc”


Allo resume las diversas hipótesis en su excursus III de esta manera:

“Cada vez que San Juan habla de los ángeles (unas sesenta veces) se trata de seres personales, de espíritus celestes ¿Sucede lo mismo en estos tres capítulos?
En todo caso no son los mismos que los “siete espíritus” de I, 4, ni de III, 1, ni de V, 6. Hay cinco clases de interpretaciones:

1) O bien los mensajeros (ἄγγελοι) de las Iglesias junto al Profeta son enviados ora realmente, ora son imaginados en una visión.

2) O bien los representantes de las comunidades respectivas, como antiguamente en las sinagogas, no son más que ministros inferiores, lectores para la oración pública.

3) O bien ángeles guardianes, como los “Príncipes” de Daniel X, 13; XII, 1 (Padres Griegos en gral).

4) O bien miembros dirigentes de la comunidad, los obispos o la colectividad del Presbyterium, interpretación que puede apoyarse en el simbolismo de las “estrellas” por los doctores (Dan XII, 3), y sobre Malaquías II, 7; Ageo I, 13 (Padres Latinos en gral).

5) En fin el “ángel” podría ser la comunidad misma personificada.”

Al final Allo rechaza las dos primeras opciones y se queda con una mixtura inentendible de las tres últimas.
En general los autores se dividen entre aquellos que ven en el ángel a los obispos de esas iglesias contemporáneos a San Juan y entre los que toman la palabra ángel en su sentido más usual y lo aplican a los seres celestiales, es decir, las opciones 3 y 4 de Allo.
Sin embargo, ambas teorías deben ser rechazadas como lo demuestra Straubinger cuando dice:

No puede tratarse de los ángeles custodios de las Iglesias, pues vemos que más adelante casi todos son reprendidos, lo que no se concibe en los espíritus puros que “cumplen la Palabra de Dios”. Cf. Daniel X, 13 y nota. Pirot observa que la tradición latina ha visto en ellos a los obispos, pero en el Apocalipsis un ángel no representa nunca a un ser humano y por otra parte las advertencias tienen en vista a las Iglesias en sí mismas” (cfr. X, 1 y nota). También se ha supuesto que los ángeles fuesen mensajeros enviados a Juan desde esas Iglesias, pero en tal caso el de Éfeso sería el propio Juan y tendría que escribirse a sí mismo”.

Hasta aquí Straubinger.

Creemos que la vera solución es, una vez más, la que trae Lacunza[1] cuando con gran claridad dice:

“Parece del mismo modo claro, que estos doce ángeles[2] son muy semejantes a aquellos siete de las siete Iglesias, con quienes se habla en el cap. II y III del mismo Apocalipsis. De manera que, así como aquellos siete ángeles no significan otra cosa manifiestamente que el sacerdocio cristiano, o la Iglesia activa presente en siete o muchos estados diversísimos que ha tenido hasta el día de hoy, y alguno otro que tal vez falta, así los doce ángeles de las doce puertas de la santa y nueva ciudad de Jerusalén, quae descendít de caelo a Deo meo no significan otra cosa que el juicio de Cristo ó su reino activo: es decir, doce jueces supremos, uno en cada puerta en quienes debe residir todo el juicio emanado del mismo Cristo, en cuanto Sumo Rey y Sumo Sacerdote”.

Hasta aquí, lector amigo, el extraordinario exégeta chileno con su habitual lucidez. Realmente causa pavor la facilidad con que resuelve las cuestiones más difíciles del Texto Sacro y creemos que la explicación dada se impone por su sencillez y naturalidad. La Iglesia activa que dice Lacunza sería lo que los teólogos llaman comúnmente la “ecclesia docens”.

Como corolario desta exégesis podríamos sacar las siguientes conclusiones:

1) Las siete cartas desarrollan la historia de la Iglesia puesto que sólo puede haber un “sacerdocio activo” o ecclesia docens en una época determinada.

2) La jerarquía va a existir hasta el fin de la séptima Iglesia, es decir hasta la Parusía[3].

Por último es preciso responder a la objeción que se desprende del comentario de Straubinger: tanto en el comentario a I, 20 como a X, 1 el ilustre Obispo Alemán dice: “… por donde se ve que no podría simbolizar a ningún personaje humano, cosa que no sucede nunca ni en el apocalipsis ni en toda la Biblia”.

Para responder esta objeción creemos que basta citar a Zorell[4] que en la voz “ἄγγελος” (ángel) explica:

1. Nuncio enviado a alguien. Legado: Lc VII, 24; IX, 52; Sant. II, 25; sobre todo el legado divino enviado a los hombres (Vulgata “angelus”): Mt. XI, 10; Mc, I, 2, Lc. VII, 27…

Lucas VII, 24: “Cuando los enviados de Juan hubieron partido, se puso Él a decir a la multitud acerca de Juan…”

Lucas IX, 54: “y envió mensajeros delante de sí, los cuales, de camino, entraron en una aldea de samaritanos para prepararle alojamiento”.

Sant. II, 25: “Así también Rahab la ramera, ¿no fue justificada mediante obras cuando alojó a los mensajeros y los hizo partir por otro camino?”.

Mt. XI, 10: “Este es aquel de quien está escrito: “He ahí que Yo envío a mi mensajero que te preceda, el cual preparará tu camino delante de ti”. Idem Mc. I, 2 y Lc. VII, 27.

Por último podríamos agregar los siguientes textos:

Mt. X, 16 ss: “He aquí que Yo os envío como ovejas en medio de lobos, etc”.

Mt. XXII, 1 ss: “el Reino de los Cielos es semejante a un Rey que celebró las bodas de su Hijo. Y envió a sus siervos a llamar a los invitados a las bodas, mas ellos no quisieron venir. Entonces envió a otros siervos, a los cuales dijo: “Decid a los convidados: Tengo preparado mi banquete: mis toros y animales cebados han sido sacrificados ya y todo está a punto: venid a las bodas”. Pero, sin hacerle caso, se fueron, el uno a su granja, el otro a sus negocios. Y los restantes agarraron a los siervos, los ultrajaron y los mataron. El rey encolerizado, envió sus soldados, hizo perecer a aquellos homicidas y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: “las bodas están preparadas, mas los convidados no eran dignos. Id pues, a las encrucijadas de los caminos y a todos cuantos halléis, invitadlos a las bodas…”.

Mt. XVIII, 18 ss: “Y llegándose Jesús les habló diciendo: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id pues, y haced discípulos a todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado. Y mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consumación del siglo”.

Uno verbo, la palabra ángel debe ser tomada en su sentido etimológico y no en el que comúnmente se le da. No hay duda que los Apóstoles y sus sucesores son enviados (lo que los canonistas llaman “missio canonica”) por Jesucristo.

Tal vez, parafraseando al Cardenal Merry del Val escribiendo sobre el gran Cardenal Billot, podríamos decir: “el P. Manuel Lacunza, gloria de la Iglesia y de Chile”.

Vale!



[1] III Parte, cap. VI, respuesta a la tercera pregunta.

[2] Lacunza está hablando de la Jerusalén celeste tal cual está descrita en el capítulo XXI, cuyo versículo 12 reza: “tenía muro grande y alto, y doce puertas, y a las puertas doce ángeles, y nombres escritos en ellas, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel…”

[3] Contra los defensores del llamado rapto pre-tribulación.

[4] Lexicon Graecum NT, 1931.