sábado, 3 de noviembre de 2012

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis. V y VI


V. Profetas

X, 5-7: “Entonces el ángel…, alzó su mano derecha hacia el cielo y juró por Aquel que vive por los siglos de los siglos… que ya no habrá más tiempo, sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él vaya a tocar la trompeta, el misterio de Dios quedará consumado según la buena nueva que Él anunció a sus siervos los profetas.

XI, 3: “Y daré a mis dos Testigos que, vestidos de sacos, profeticen durante mil doscientos sesenta días”

XI, 10: “Y los habitantes de la tierra se regocijan a causa de ellos, hacen fiesta y se mandarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas fueron molestos a los habitantes de la tierra”.

XI, 18: “Habíanse airado las naciones, pero vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar galardón a tus siervos, los profetas y a los santos y a los que temen tu Nombre, pequeños y grandes, y para perder a los que perdieron la tierra”.

XVI, 5-6: “Y oí decir al ángel de las aguas: “Justo eres, oh Tú, que eres y que eras, oh Santo, en haber hecho este juicio. Porque sangre de santos y profetas derramaron y sangre les has dado a beber: lo merecen”.

XVIII, 20.24: “¡Alégrate sobre ella, oh cielos, y vosotros, los santos, y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios, os ha vengado de ella!... Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra”.


A diferencia de todos los otros que se encuentran en el Apocalipsis, este grupo de personas es el más fácil de todos para identificar puesto que la cita del capítulo XI versículo 10 nos aclara inmediatamente a quién hace referencia el Texto Sacro cuando habla de los Profetas, al decirnos que estos dos Testigos serán muertos por el Anticristo, en Jerusalén y una vez que hayan terminado su predicación que durará mil doscientos sesenta días. Estos dos Profetas serían, según la opinión más aceptada, Enoc y Elías[1].

El resto de las citas nos conducen todas a la misma conclusión:

Por el capítulo X sabemos que el ángel está hablando después de la sexta trompeta pero antes de las séptima y nos dice que cuando el ángel toque esta última trompeta entonces “el misterio de Dios quedará consumado según la Buena Nueva que Él anunció a los Profetas”, es decir que los dos Profetas serán los encargados principales de Testimoniar la próxima venida del Reino de Jesucristo y los Mártires del quinto sello serían algo así como sus discípulos, aquellos encargados de predicar el Evangelio del Reino ante gobernadores y reyes (Mc. XIII, 9 y Mt. X, 18).
Toda su prédica consistirá en preparar y amonestar a todas las personas sobre la inminente Venida de Jesucristo. La Buena Nueva (Evangelio), ya lo dijimos, está relacionado con lo que Jesús nos dijo en el sermón Parusíaco y alude a la predicación en todo el mundo sobre su próximo regreso en Gloria y Majestad. Esto es lo que los dos testigos deben profetizar durante la primera mitad de la última semana escatológica.
La misión de San Juan Bautista es análoga a la de Elías, como lo indica Nuestro Señor en Mateo XVII, 12 s:

“Os declaro, empero, que Elías ya vino pero no lo conocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron… entonces los discípulos cayeron en la cuenta que les hablaba con relación a Juan el Bautista”.

Y lo repite el ángel a Zacarías, en Lc. I, 17:

Caminará delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacia los hijos”, y los rebeldes a la sabiduría de los justos  y preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.

Y así se entiende que San Juan comenzara, al igual que Nuestro Señor, anunciando el Reino de Dios (Mt. III, 2):

“Y decía (el Bautista): Haced penitencia, pues ha llegado el Reino de Dios”.

No debemos perder de vista que recién cuando los dos Testigos suben a los Cielos entonces tendrá lugar la sexta trompeta (2 ay) y el séptimo toque de trompeta dará lugar al juicio de las siete copas, el cual será una venganza por la muerte de los profetas, de la misma manera que el juicio de las siete Trompetas fue en venganza por la muerte de los mártires del quinto sello, como ya lo dejamos dicho. El texto indica expresamente en el capítulo XVI que la tercera copa que cae sobre los ríos y las fuentes de agua tiene por finalidad vengar la sangre de los santos y los profetas que derramaron los Habitantes de la tierra.

El segundo consiste en dos de los grupos que hemos desarrollado antes.


VI. Santos

En el primer caso podemos consultar los siguientes pasajes:

III, 7: “Esto dice el Santo, el Veraz…”

VI, 10: “Y clamaron a gran voz diciendo: “¿Hasta cuándo, oh Señor, Santo y Veraz, tardas en juzgar y vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?”

VIII, 3-4: “Y vino otro ángel que se puso junto al altar, teniendo un incensario de oro, y le fueron dado muchos perfumes, para ofrecerlos con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y el humo de los perfumes subió con las oraciones de los santos de la mano del ángel a la presencia de Dios…”.

Este primer grupo llamado “los Santos” coincide claramente, como se ve, con los mártires del quinto sello. Estos son aquellos que han sido muertos antes de la aparición del Anticristo y cuyo martirio va a desencadenar la venganza de las siete trompetas que recaerá sobre sus asesinos, es decir, sobre Los Habitantes de la Tierra.
Si bien es cierto que en V, 8 se hace alusión a las oraciones de los santos simbolizadas en las copas de oro que detentan los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos, sin embargo no debe perderse de vista que esta visión del cap. V tiene lugar al comienzo de la semana septuagésima y antes incluso de la apertura del primer sello. Parecería que estos santos del cap. V serían todos los habitantes del cielo, del cual los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos serían, tal vez, sus representantes.
Por último no debe perderse de vista que una de las diferencias y características propias de los santos del quinto sello es que sus almas están “debajo del altar”. Al decir que el ángel toma las oraciones de los santos de debajo del altar está queriendo decir que finalmente, y en contraposición a lo dicho en VI, 11, sus oraciones han sido escuchadas y el juicio va a comenzar[2].

Este mismo grupo de mártires del quinto sello parece ser el que se alegra cuando el ángel derrama la tercera copa convirtiendo en sangre los ríos y las fuentes de las aguas:

XVI, 7: “Y oí al altar que decía: Sí, Señor, Dios Todopoderoso, fieles y justos son tus juicios”.
Sobre lo cual Straubinger comenta: “Oí al altar: es decir a los mártires que descansan debajo del altar (VI, 9), los cuales han visto su clamor satisfecho con creces”.

Con respecto al segundo caso podemos consultar los siguientes pasajes:

XI, 18: “Habíanse airado las naciones, pero vino la ira tuya y el tiempo para juzgar a los muertos y para dar galardón a tus siervos, los profetas y a los santos y a los que temen tu Nombre, pequeños y grandes, y para perder a los que perdieron la tierra”.

XIII, 7.10: “Le fue permitido también (a la Bestia del Mar) hacerle la guerra a los santos y vencerlos; y le fue dada autoridad sobre toda tribu y pueblo y lengua y nación… Si alguno tiene oído, oiga: si alguno ha de ir al cautiverio, irá al cautiverio; si alguno ha de morir a espada, a espada morirá. En esto está la paciencia y la fe de los santos”.

XIV, 12-13:En esto está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Y oí una voz del cielo que decía: “Escribe: ¡Bienaventurado desde ahora los muertos que mueren en el Señor!

XVI, 5-6: “Y oí decir al ángel de las aguas: “Justo eres, oh Tú, que eres y que eras, oh Santo, en haber hecho este juicio. Porque sangre de santos y profetas derramaron y sangre les has dado a beber: lo merecen”.

XVII, 6: “Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos y[3] de la sangre de los testigos de Jesús; y al verla me sorprendí con sumo estupor”.

XVIII, 20.24: “¡Alégrate sobre ella, oh cielos, y vosotros, los santos, y los apóstoles y los profetas, pues juzgándola Dios, os ha vengado de ella!... Y en ella fue encontrada sangre de profetas y de santos, y de todos los que fueron sacrificados sobre la tierra”.
  
Aquí vemos claramente que este grupo llamado “los Santos” coincide con aquellos que van a ser muertos por el Anticristo y de los cuales estará ebria Babilonia, la gran Ramera, y por lo tanto sabemos que son los mismos que en el cap. VII son identificados como “los que vienen de la gran tribulación”.
Puesto que el juicio de las siete copas es un castigo por haberle dado muerte a estos Santos, entonces se sigue, lógicamente, que la primera copa no se derrama hasta después de la persecución del Anticristo[4].

Hasta aquí, lector amice, un breve repaso por algunos grupos que hemos podido encontrar en este hermoso libro que Dios nos legara para nuestro consuelo. A la espera de que el tiempo nos aclarará muchas cosas que todavía permanecen ocultas y otras tantas que ahora apenas vislumbramos y que a medida se acerquen los tiempos podremos comprender en toda su amplitud; conforme, pues, se acerquen los tiempos, la actitud del Católico será la de estar cada vez más y más atento a los signos de los tiempos sabiendo que, como dice el Profeta: “la visión tardará en cumplirse hasta el tiempo fijado, llegará a su fin y no fallará; si tarda espérala. Vendrá con toda seguridad, sin falta alguna” (Hab. II, 3) puesto que, como nos amonesta Pío XII: “Nuestro deber, el deber del Episcopado, del clero y de los fieles, es de prepararse espiritualmente por la plegaria y el ejemplo al futuro encuentro de Cristo con el mundo”.  

Vale!



[1] No nos detendremos por ahora a analizar las diversas opiniones tanto judías como cristianas sobre la identidad destos dos Profetas por ser ajeno a la temática del presente estudio.

[2] Esto parecería ayudar a explicar el misterioso y tan controvertido silencio de media hora de VIII, 1.

[3] ¿Hendíadys?

[4] Hay otras razones para defender este punto, pero este sólo basta y sobra por ahora para descartar la teoría de la recapitulación tal como la proponen autores como Castellani y Eyzaguirre y es un buen argumento a favor de la tesis sostenida por algunos autores como Lacunza que afirman que el Apocalipsis es futuro para nosotros y todo seguido a partir del cap. IV.