domingo, 30 de septiembre de 2012

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. III (I de II)


III
 El Decreto para los Jacobitas


El decimoséptimo de los Concilios Ecuménicos fue el de Florencia. Fue una reunión llamada a terminar una larga separación de grupos disidentes Orientales de la vera Iglesia. Uno de sus actos fué el famoso decreto para los Jacobitas, incluido en la Bula Dogmática Cantate Domino promulgada por Eugenio IV el 4 de Febrero de 1442. El siguiente párrafo se encuentra en este decreto:

“Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse participe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y sus ángeles [Mt. 25, 41], a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aún cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica”.[1]

viernes, 28 de septiembre de 2012

Sobre el Pecado Venial (III Parte)


Cor Iesu Sacratissimum

§ III. — El pecado venial con relación al fervor

El pecado venial es esencialmente contrario al fervor, porque ataca a todos los elementos de la actividad espiritual.

I. DISMINUYE LA EFUSION DE GRACIAS ACTUALES

Jamás lo repetiremos bastante: la gracia actual es principio necesario a todos nuestros actos sobrenaturales, a todos absolutamente, aún en las almas más perfectas Y Dios concede ordinariamente sus gracias en proporción a la fidelidad y a la oración. Pero se falta a la fidelidad por el pecado venial y la oración se debilita más o menos por la impresión desagradable que deja tras sí.
Los pecados veniales verdaderamente voluntarios son los más temibles; entristecen y apenan al corazón de Dios; debilitan nuestra confianza. ¿Tiene uno acaso el mismo afán por una persona a quien se ha herido?
Las faltas por sorpresa o fragilidad no producen los mismos efectos; a veces aún puede decirse de ellas, según el sentido de la Iglesia, que son faltas dichosas: pues nos arrojan en actitud humilde a los pies de Dios y en oración más fervorosa.
Temed las faltas voluntarias por leves que sean; temed a las que llegan a instalarse sin inspirar verdadero pesar; constituyen una infidelidad permanente, por consiguiente un obstáculo permanente a la efusión de gracias.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

La Mujer Eterna, Cap. III, Segunda Parte

Nota del Blog: sigue aquí unas de las páginas más bellas de todo el libro. Creemos que es simplemente extraordinario. Nos abstenemos de comentar.


Jeanne Molbech

Así como la madre no es objeto de la literatura dramática, tampoco es objeto de las artes plásticas. Lo que para aquélla es la personalidad, lo es para ésta la figura. Personalidad es algo solitario, figura es algo delimitado. La figura de la madre no tiene una delimitación fija, sino que confluye en la figura del niño. Como la novela, la canción y el cuento en la literatura, en las artes plásticas la pintura es el arte realmente llamado a proclamar a la madre y al niño; no es el arte de la forma, sino el del color. No es casual que en el arte griego falte por completo la figura de la madre y el niño. El altamente desarrollado sentido plástico del arte de la Antigüedad se oponía al objeto pictórico. El cristianismo introdujo la figura de la madre y el niño en el arte plástico, pero como objeto sagrado. La Madonna es portadora de la divinidad, igual que un candelabro que sostiene la luz del mundo; es pedestal del niño, no fin en sí misma. Así pues, también el arte cristiano en el fondo no elabora la figura de la madre independientemente, sino que la retrae precisamente para manifestar con ello lo auténticamente maternal de su cautivador silencio; la dulzura del rostro de la Madonna es sólo símbolo de esta belleza íntima. Así, en todas partes, de la más profunda esencia de la madre se sigue para el arte la imposibilidad de su configuración autónoma. Esta aparece por desprendimiento de la madre del hijo. La verdadera figura de la madre en la plástica es la madre dolorosa, la madre al pie de la cruz del hijo. Lo que desgarra a la madre profundamente la hace posible como objeto para el arte. Por ello también la antigua plástica, que no conoce el idilio de la madre con el hijo, tiene, sin embargo, la figura de Niobe.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La Santidad como Nota de la Iglesia (II de II)


Nota del Blog: terminamos aquí este hermoso trabajo de Mons. Fenton sobre la nota de santidad. La primera parte puede verse AQUI

Pius P.P. XII

La sociedad de los discípulos de Cristo está dotada, según la enseñanza de Nuestro Señor, de una santidad manifiesta y dinámica como cuerpo. Esta santidad es completamente evidente en la actividad social de la Iglesia Católica, y sólo en ella. La actividad comunitaria básica de la Iglesia es el Sacrificio Eucarístico sobre el cual gira todo su sistema sacramental. El Sacrificio Eucarístico es la expresión efectiva de la oración o petición a Dios por parte de la Iglesia. La oración central de la Iglesia se encuentra en las peticiones de la Misa y de los otros libros litúrgicos. Estas peticiones, a su vez, son las expresiones de la intención o deseos de la Iglesia en este mundo. La enseñanza auténtica y reconocida de la Iglesia, a través de su jerarquía, constituye la interpretación destas peticiones. De aquí que podemos buscar en las peticiones de la Misa y en la enseñanza oficial de la Iglesia, la expresión de la caridad o santidad que, según la afirmación explícita de Cristo, iba a constituir un signo del status desta sociedad como la vera compañía de sus discípulos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Palabras de Dios, Reflexiones sobre algunos Textos Sagrados, por Ernest Hello

Ernest Hello

ISRAEL


Et nunc hæc dicit Dominus creans te, Jacob, et formans te, Israël : Noli timere, quia redemi te, et vocavi te nomine tuo : meus es tu. (Isaías, C. XLIII, V. l).

Y ahora he aquí lo que dijo el Señor, creando a Jacob y formando a Israel: No temas, pues te he rescatado y te he llamado por tu nombre, eres mío.


— ¡Oh Israel, te he llamado por tu nombre! Las palabras de Dios son actos. El nombre que lleva en sí la criatura es más substancial que ella misma.
Cuando Él la llama por su nombre, Él la crea, es decir le da testimonio al nombre que ella lleva en él.
Cuando llamó por su nombre a la luz, la luz respondió: Heme aquí.
Cuando llamó por su nombre a Abraham, Abraham dijo: Heme aquí.
El Antiguo Testamento es la palabra de Dios que llama por su nombre a Israel e Israel responde: Heme aquí.
Por esto la Alianza se llama Testamento, es decir testimonio.
El llamado de Dios es el testimonio que le da al nombre que lleva en él la criatura.
Una cosa es llamar y otra cosa es llamar por su nombre.
Llamar es el acto general; llamar por su nombre, es separar de los demás, es individualizar, es poner aparte, y si esto es llevado al extremo, es declarar anatema, es decir reservarse para aquel a quien se llama.

sábado, 22 de septiembre de 2012

La Mujer Eterna, Cap. III, Primera Parte.



III. LA MUJER INTEMPORAL

Una época que como la nuestra da importancia a que en cierto modo ha descubierto otra vez a la madre para fundamentar únicamente en ella un nuevo derecho de la mujer, debe ver claro que con este descubrimiento ha aceptado la muy seria obligación de descender hasta las madres y preguntarles la esencia de lo maternal. Pues en esta condición extraordinariamente acentuada aparece a la vista, primero y ante todo, que la maternidad para la mujer ya no representa hoy una cosa natural como en tiempos pasados. Con ello, naturalmente, se concede la posibilidad de la mala interpretación del verdadero sentimiento maternal.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Sobre el Pecado Venial (II parte)


§ II. — El pecado venial con relación a mí mismo

I. EMPEQUEÑECE MI IDEAL

1— Disminuye en primer lugar el ideal para el cual he sido criado, y que se desarrolló en el pensamiento de Dios en el momento que decretó que sería llamado a la existencia.
Por el efecto de cada pecado venial seré eternamente inferior a mí mismo. ¡Hay elevaciones que no alcanzaré, delicadezas que no sentiré!
¡Cuántos grados en el ser, en la bondad y en la belleza, perdidos para siempre!
Todo pecado venial es una formal oposición a la perfección; y si no se repara, al progreso que a ella conduce.

2— No solamente mi ideal se rebaja, sino que se obscurece; veo menos, siento menos; y esta misma disminución, en parte, no la comprendo. ¡Es muy triste no saber que disminuye uno en sí mismo el principio moral!... ¡Dichosos aquéllos que por lo menos lo sospechan! Que digan entonces: ¡Debo ver menos, debo sentir menos de lo que existe!... ‘‘¡Iré a la fuente de Siloé, en ella me lavaré, y veré!''

3A medida que mi ideal se rebaja, en el pensamiento de Dios disminuye la estimación que me tiene, ¡la estimación de un Ser tan perfecto! ¡La estimación de un Padre!


martes, 18 de septiembre de 2012

La Iglesia Católica y la Salvación, por J.C. Fenton. Capítulo II (III de III)


El Dogma y el Error de Quesnel

 Cuando la Unam Sanctam nos enseña que no puede haber remisión de los pecados fuera de la Iglesia Católica, de hecho nos está diciendo, que es imposible obtener la vida de la gracia santificante o vivir esa vida fuera deste reino sobrenatural de Dios. Lo que hace es exponer la verdad divinamente revelada de que, por institución de Dios, la vida de la gracia santificante se posee y deriva de parte de Nuestro Señor hacia aquellos que están unidos con Él, que permanecen el Él, en su Cuerpo Místico, que es la Iglesia Católica.
En este punto debemos ser especialmente claros, tanto en los conceptos como en la terminología. Lo que la Unam Sanctam ciertamente implica, al declarar la necesidad de la Iglesia para la remisión de los pecados, es la verdad que la vida de la gracia santificante y del habitus sobrenatural de la gracia santificante sólo pueden ser obtenidos y poseídos dentro de la Iglesia. De todas formas, a la luz de la doctrina Católica, es cierto y obvio que las gracias actuales se ofrecen y son recibidas por aquellos que están definitivamente “fuera de la Iglesia”, en el sentido en que se emplea este término en los documentos eclesiásticos que establecen el dogma de la necesidad de la Iglesia para la salvación eterna. De hecho la proposición de que “fuera de la Iglesia no se concede ninguna gracia” (extra ecclesiam nulla conceditur gratia)” es una de las tesis explícitamente condenadas por Clemente XI en su constitución dogmática Unigenitus, promulgada el 8 de Septiembre de 1713 y dirigidas contra las enseñanzas de Pascasio Quesnel[1].

sábado, 15 de septiembre de 2012

“Esta generación no pasará…”

Nota del Blog: presentamos a continuación la exégesis de esta difícil perícopa tal cual la trae el P. Oñate. La explicación nos parece bastante satisfactoria y fue del agrado de autores como Straubinger.  

Los textos en cuestión son los siguientes:

Mateo XXIV

34 En verdad, os digo, que no pasará la generación esta hasta que todo esto suceda.
35 El cielo y la tierra pasarán, pero las palabras mías no pasarán ciertamente.

Marcos XIII

30 En verdad os digo la generación esta no pasará sin que todas estas cosas se hayan efectuado.
31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.”

Lucas XXI

32 En verdad os lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se haya verificado.
33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Sobre el Pecado Venial (I parte)

Nota del Blog: siguen a continuación unos bellos pensamientos sobre la malicia del pecado venial tomados del libro "Práctica progresiva de la confesión y de la dirección" (1905) del P. Beaudenom.


§ I. — El pecado venial con relación a Dios.

I. ES UNA OPOSICION A SU VOLUNTAD

Es el primer aspecto bajo el cual se presenta: negarse a obedecer; resistencia en materia leve.
Contemplar en Dios su voluntad… Es elevada, serena, bienhechora; no está sujeta a ningún error…; es infinitamente digna de ser amada, admirada y obedecida.
¡Obedecida!... Ved hasta qué punto lo es por el mundo material. El sol, los astros, las poderosas fuerzas de la naturaleza siguen con exactitud absoluta las leyes que les ha trazado… Ni una sóla infracción tiene lugar a través de la inmensidad del espacio y de los siglos…
¡Y yo, ínfima creatura, perdida en el seno de cosas tan grandes, al llamamiento de esa misma voluntad, me sustraigo o me resisto!...
¿Despreciaré esa voluntad porque mi desobediencia no ha de ser castigada con el infierno?.. ¿O pensaré que esta voluntad es menos perspicaz, menos sabia en las cosas pequeñas?
¿No tiene Dios el derecho de mandarme? ¿No me ha creado? ¿No es mi verdadero dueño?...
Cometer un pecado venial es decirle: ¡no quiero!... Suele suceder que no se da uno bastante cuenta de ello.

jueves, 13 de septiembre de 2012

La Mujer Eterna, Cap. II, Sexta Parte.


Con este reconocimiento se hace posible la justa adaptación al presente. Está claro que aquí efectivamente la época pasada penetra en la nuestra. El presente realiza sólo evidente y conscientemente lo que la época pasada realizaba inconscientemente. En realidad la mujer, según su fuerza de símbolo, ya estaba excluida cuando aún se creía incluída. Una cultura que no está frente a Dios en supremo respeto y responsabilidad, examinada a fondo ha renunciado precisamente a la presencia de la mujer; pero una mujer que se deja incluir en una tal cultura incondicionalmente y sin instinto, sólo confirma en el fondo su exclusión; su presencia es apariencia. Ya dijimos antes que la simple situación no era decisiva en la época pasada, es decir, ni aún hoy es decisiva. Con la consciente postergación de la mujer en la línea cultural, como se persigue actualmente en diversos países importantes de Europa, espiritualmente no se ha cambiado  lo más mínimo para la mujer; sólo se ha destruido la apariencia de su presencia. No hay, pues, ya ninguna posibilidad- y esto es una extraordinaria adquisición para la mujer- de poner en la realidad del equilibrio de la otra mitad, sino existiendo también efectivamente esta otra mitad; de recordar las fuerzas originales y el papel primitivo de la auténtica naturaleza femenina.

lunes, 10 de septiembre de 2012

La Iglesia Católica y la Salvación, por J.C. Fenton. Capítulo II (II de III)



El Terminus a Quo en el Proceso de Salvación.

El don que los documentos de la Iglesia designan como “salvación” es la Visión Beatífica, el último florecimiento de la vida sobrenatural de la gracia que debe comenzar a existir en este mundo. Se dice que el hombre está salvado, en última instancia, cuando recibe el beneficio sobrenatural de la Visión Beatífica. El término “salvación”, sin embargo, implica más que esto.
El factor clave que debe tenerse en consideración en cualquier explicación teológica de la salvación es la verdad que, de hecho, el don de la vida de la gracia es inseparable de la remisión del pecado original o mortal en el mundo en que vivimos. Ha habido casos en los cuales esto no fue así. Nuestro Señor, en Su natura humana, poseyó de una manera completa todos los dones de la gracia santificante y, tanto en razón de la divinidad de Su Persona como por el hecho de no descender de Adán por medio de la generación carnal, nunca estuvo manchado, de ninguna manera, con la culpa del pecado. Su Santa Madre fue concebida inmaculadamente. Por la aplicación previa de los méritos de Su Pasión y muerte, fue preservada de toda mancha de pecado desde el mismo momento en que comenzó a existir. En su caso, el don de la gracia santificante tampoco estuvo acompañado por la remisión del pecado. Con ella, el comienzo de la existencia coincidió con el de la vida sobrenatural de la gracia santificante. De la misma manera Adán y Eva, antes de la Caída, fueron constituidos en gracia desde el primer momento de su existencia. Sin embargo, para ellos, el segundo otorgamiento de la gracia fue llevado a cabo por medio de la remisión del pecado.

martes, 4 de septiembre de 2012

La Mujer Eterna, Cap. II, Quinta Parte


Dante y Beatrice

De la doble totalidad resulta además que la traición hecha al mysterium caritatis es siempre doble. Las cosas están entrelazadas indisolublemente. El hombre creador que ya no concede a Dios el honor se exalta a sí mismo, y entonces junto con lo religioso debe excluir prácticamente también lo femenino en la línea de la cultura. En la sola  pretensión de cultura del hombre, tanto por el lado inmanente como por el trascendente, se desquicia la totalidad de la existencia.
En esta relación entra en una luz completamente nueva el que culturas decadentes se muestren siempre como moralmente frágiles: infidelidad conyugal y divorcio aparecen como otras formas de la separación del hombre y la mujer; están en relación inmediata con la separación espiritual de ambos, y no solamente porque ofrecen al arte temas destructores, sino en un sentido mucho más profundo. La infidelidad conyugal simboliza la traición al mysterium caritatis y el divorcio la legaliza. En la pretensión de la cultura exclusiva del hombre, éste repudia al mismo tiempo a la sponsa de  su espíritu, igual que en la infidelidad y en el divorcio repudia a la sponsa de su vida. En adelante está solo; la cultura entra en la época de aquellos aislamientos funestos y estériles que señala el presente como el individualismo, ciertamente sin reconocer sus más profundos fundamentos. El aislamiento del individuo, que con razón acusa y condena, es sólo la estribación de un desquiciamiento del mundo fundamental, y a la vez es el último embate apagado de un maremoto de inmenso alcance. La ausencia de una mitad de la existencia tiene, pues, para la vida, un significado análogo a la herejía para la Iglesia. La herejía siempre surge de la parcialidad y el aislamiento; imponiendo una parte como absoluta para el todo falsea la verdad. Aquí otra vez se hace visible la imagen de la Mujer Eterna sobre el destino de la mujer en el tiempo. María, como vencedora de la herejía según la doctrina de la Iglesia quiere decir en la línea del mysterium caritatis el establecimiento de la totalidad querida por Dios.

domingo, 2 de septiembre de 2012

La profecía de la destrucción de Jerusalén y del Templo en Lc XXI

Los capítulos XXI de San Lucas, así como el XXIV de San Mateo y el XIII de San Marcos, han dado mucho que hablar durante muchos siglos. El presente análisis pretende, sin embargo, estudiar sólamente una parte de la profecía de Nuestro Señor tal cual se encuentra en San Lucas y que versa sobre los sucesos anteriores a la destrucción de Jerusalén y a constatar su perfecto cumplimiento en la historia.
Si bien tenemos mucho por decir, sin embargo, no entraremos en los detalles comparativos de este discurso con el que traen San Mateo y San Marcos a fin de no alejarnos de nuestro objetivo inmediato.

Los versículos en cuestión son los siguientes:

8. Y El dijo: "Mirad que no os engañen; porque vendrán muchos en mi nombre y dirán: "Yo soy; ya llegó el tiempo". No les sigáis.
9. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os turbéis; esto ha de suceder primero, pero no es enseguida el fin."
10. Entonces les dijo: "Pueblo se levantará contra pueblo, reino contra reino.
11. Habrá grandes terremotos, en diversos lugares, hambres y pestes; habrá también prodigios aterradores y grandes señales del cielo.
12. "Pero antes de todo esto, os prenderán; os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, os llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre;
13. esto os servirá para testimonio.
14. Tened, pues, resuelto, en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de hablar en vuestra defensa,
15. porque Yo os daré boca y sabiduría a la cual ninguno de vuestros adversarios podrá resistir o contradecir.
16. Seréis entregados aún por padres y hermanos y parientes y amigos; y harán morir a algunos de entre vosotros,
17. y seréis odiados de todos a causa de mi nombre.
18. Pero ni un cabello de vuestra cabeza se perderá.
19. En vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.
20. "Más cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que su desolación está próxima.
21. Entonces, los que estén en Judea, huyan a las montañas; los que estén en medio de ella, salgan fuera; y los que estén en los campos, no vuelvan a entrar;
22. porque días de venganza son éstos, de cumplimiento de todo lo que está escrito.
23. ¡Ay de las que estén encintas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá gran apretura sobre la tierra, y gran cólera contra este pueblo.
24. Y caerán a filo de espada, y serán deportados a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que el tiempo de los gentiles se cumpla.

sábado, 1 de septiembre de 2012

La Santidad como Nota de la Iglesia (I de II)


Nota del Blog: sigue a continuación la primera parte de uno de nuestros ensayos favoritos del eximio teólogo estadounidense. 

Autor: J. C. Fenton
Fuente: AER 119, pag. 452 ss (1948)

Sancta Missa

La idea que la santidad de la Iglesia tiene comparativamente poco valor probativo para demostrar que la sociedad religiosa sobre la cual preside como cabeza visible el Obispo de Roma es de hecho el Reino de Dios sobre la tierra, ha adquirido una desafortunada pero innegable popularidad entre los escritores teológicos durante los últimos años. La erudita monografía, Les notes de l`église dans l`apologétique catholique depuis la réforme, ha contribuido en gran manera a la difusión desta enseñanza. Su autor, el distinguido P. Gustave Thils, del Seminario Mayor de Malinas y de la Universidad de Lovaina, tiene la impresión que las notas de la Iglesia, como grupo, no forman la base de ningún argumento completamente válido a favor de la autenticidad de la Iglesia Católica. Además, cree que cada una de las notas, tomadas individualmente, no es para nada efectiva en la forma en que aparecen en la eclesiología escolástica.