jueves, 28 de junio de 2012

Vespere autem Sabbati (Mt. XXVIII,1) (II de II)


II) Tiene relación con lo que antecede.

Pongamos el texto añadiéndole al final el versículo de que tratamos.

Mateo XXVII

62. Al otro día, siguiente, de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y fueron a Pilatos.
63. A decirle: Señor, recordamos que aquel impostor dijo cuando vivía: “A los tres días resucitaré”.
64. Manda, pues, que el sepulcro sea guardado hasta el tercer día, no sea que los discípulos vengan a robarlo y digan al pueblo: “ha resucitado de entre los muertos” y la última impostura sea peor que la primera.
65. Pilatos les dijo: “Tenéis guardia. Id y guardadlo como sabéis.”
66. Ellos, pues, fueron y aseguraron el sepulcro con la guardia, después de haber sellado la piedra.
67. Mas, en la tarde del sábado que luce en el primer día de la semana vino María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.

Es decir, vinieron a visitar el sepulcro por piedad, pero también para ver si había alguna novedad. Habían llegado a las mujeres los rumores de que se pondría una guardia y se alarmaron. Pues claro está que, en ese caso, de haber allí una guardia de soldados, no podían cumplir, al día siguiente por lo menos, el piadoso designio que tenían de ir a embalsamar el cuerpo de Jesús.

Por ello es que María Magdalena va como en comisión y en nombre de todas a visitar el sepulcro. Basta para ello que una la acompañe, por decoro. Fueron, pues, vieron el sepulcro y no hallaron guardia, porque fueron antes que los judíos la pusieran. Ellas fueron en la tarde del sábado. Los judíos no iban a quebrantar el sábado, y un sábado tan grande como aquel que caía en la Pascua, llevando soldados, levantando la piedra, asegurándola y ponerle el sello, etc. Además no tenía objeto. Porque la cuestión era al tercer día. Si al ir al tercer día hallaran que el cuerpo no estaba, el robo quedaba manifiesto.

Ya se ve, pues que este versículo de la visita de las dos mujeres forma parte de lo que antecede, lo explica y lo completa.


Para confirmar esto mismo servirá grandemente ahora probar que la traducción literal del versículo antedicho y que dimos anteriormente es la propia y ajustada.

“Vespere autem sabbati”.

Nadie negará que estas palabras significan la tarde del sábado, lo mismo que su equivalente en el texto griego. Y que traducidas por “pasado el sábado” o “transcurrido el sábado” es forzar el sentido. Desde la primera página del Génesis hallamos que “vespere” significa la tarde: “factumque est vespere et mane, dies unus” (Gen I, 5). Cualquier diccionario nos dirá lo mismo. Aún hoy en nuestra lengua, víspera significa tarde y aún el día anterior. Así la víspera del sábado es el viernes y la del domingo es el sábado. Este traslado del sentido se pudo introducir y desarrollar porque entre nosotros el día no tiene más que una tarde a causa de que comienza y termina con la medianoche. Eso no podía suceder entre los judíos, porque para ellos el día comenzaba y terminaba con la puesta del sol, y por consiguiente, tendía dos tardes, una por la cual comenzaba y otra por la que terminaba. De modo que para entenderse tenían que acompañar la palabra vespere con algún aditamento para saber de cuál tarde se trataba, si de la primera o de la segunda.

Así San Mateo expresa que se trataba de la segunda tarde del sábado, y por eso agrega “quae lucesict in prima sabbati”, así como San Lucas, para indicar que hablaba de la primera, empleó el verbo “illucescebat” (XXIII, 54) y que Mons. Straubinger traduce muy acertadamente “y comenzaba ya el sábado”. Y en la nota explica:

“El Evangelista quiere expresar que ya estaba por comenzar el sábado, el cual, como es sabido, empezaba al caer la tarde, y no con el día natural. El griego usa un verbo semejante a alborear; pero cuyo sentido es simplemente comenzar”.

También los diccionarios griegos nos dicen que el verbo en cuestión tiene el significado de comenzar, comenzar el día, que entre los judíos era la tarde, la puesta del sol y no la media noche o la madrugada.

“In prima sabbati”. 

Esto es, “in prima die sabbati”. Los judíos denominaban los siete días de la semana de esta forma: prima sabbati, secunda sabbati, tertia sabbati, quarta sabbati, quinta sabbati, parasceve, sabbatum.

Prima o una sabbati o sabbatorum igual a nuestro domingo.

Secunda sabbati o sabbatorum igual a nuestro lunes.

Tertia sabbati o sabbatorum igual a nuestro martes.

Quarta sabbati o sabbatorum igual a nuestro miércoles.

Quinta sabbati o sabbatorum igual a nuestro juseves.

Parasceve igual a nuestro viernes.

Sabbatum igual a nuestro sábado.  

He aquí pues la traducción justa del versículo:

“Mas, en la tarde del sábado que cae en (o sobre) el primer día de la semana vino María Magdalena y la otra María a ver (o visitar) el sepulcro”.

Este término de ver o visitar el sepulcro expresa claramente la razón que las llevaba al sepulcro en aquel momento. No iban a embalsamar el cuerpo de N. Señor porque no era día para ello, sino a ver, a visitar, a inspeccionara informarse de visu para luego informar a sus compañeras.

III) No es un hecho suelto.

Se me podrá decir: eso de los rumores que llegaron a las mujeres sobre la guardia que iban a poner los judíos y lo que se añade que María Magdalena y su compañera fueron a ver, inspeccionar en nombre de todas, no pasa de ser una suposición personal. El texto santo nada dice de esas cosas. Y en cuanto a la explicación que se nos da del versículo, igual se puede sostener o admitir sin moverlo de su sitio.

Decimos que las suposiciones no se hallan, es verdad, en el sagrado texto, pero que nos parecen muy razonables. Los ministros del Poder Ejecutivo en Buenos Aires no pueden reunirse con el presidente, sin que la mayor parte de los habitantes de la capital se enteren. Capital y gran capital religiosa era en aquel entonces Jerusalén: 

Se reunieron, dice San Mateo, los sumos sacerdotes y los fariseos”.

Los ciudadanos de Jerusalén se preguntan enseguida cuál o cuáles habrán sido los motivos de la reunión. Y de una u otra forma se llega a saber algo por lo menos de lo que se ha tratado. “Se reunieron” y “fueron a Pilatos”. Podemos admitir que los reunidos mantuvieron el secreto de lo tratado. Mas cuando luego se presentaron a Pilatos para reclamar que pusiera guardia en el sepulcro, imposible fue ya mantener el secreto.

En cuanto al lugar que ocupa el versículo, ello tiene, a nuestro juicio, cierta importancia. El primer Evangelio que suele leerse es el de San Mateo. Después de leer las escenas de la Pasión llega uno aquí con el ánimo angustiado. Ve los títulos del capítulo siguiente: “Resurrección de Jesús”, “Se aparece a las mujeres”, etc. Lee y esta primera impresión es la que le queda profundamente grabada en su ánimo. Ya no se le borra más. Lee después los otros Evangelios y todo su empeño es concertar los textos, con el presupuesto de que los otros Evangelios han dicho o tienen que haber dicho cosas y hechos concordantes con lo que en ese versículo se afirma.

Se me dirá, en fin, que separado ese versículo, queda el relato de San Mateo en el aire. El Ángel habla a unas mujeres y no se sabe cuáles son. A esto se contesta que cuando San Mateo escribió su Evangelio, vivían todos o casi todos los testigos de lo que había pasado con Jesús. Amigos y enemigos conocían a esas mujeres. En las reuniones de los cristianos y aún en las sinagogas se narraba y comentaba lo sucedido, la vida, pasión y muerte de Jesucristo, así como su gloriosa resurrección. No tenía por esto necesidad San Mateo, o el Espíritu Santo de nombrarlas[1].

Se habían de escribir todavía tres Evangelios.

Si no se desliga ese versículo de lo que le sigue, la dificultad de conciliar los textos que de suyo es ya grande, se vuelve casi inextricable. Porque no se sabe cómo ni en qué forma puede haber sucedido todo lo que nos dice San Juan referente a la Magdalena.

Por supuesto no se trata de imponer nuestra opinión. Opinión es y opinión queda. Los entendidos en estas materias dirán lo que puedan valer, si es que algo vale.


J. A. Carballo.


Nota de la dirección de la Revista: A nuestro parecer el trabajo que acabamos de publicar, pasa de ser una simple hipótesis. Es más bien fruto de largo y profundo estudio del texto sagrado y contribuye al esclarecimiento de un problema que los intérpretes de las Sagradas Escrituras, por lo menos hasta ahora, no han logrado solucionar a satisfacción: la sucesión de las visitas de las santas mujeres al sepulcro y el orden cronológico de las apariciones de Jesús. Separado el vers. 1 del cap. XXVIII de San Mateo de lo que sigue se gana una nueva luz, y la visita de María Magdalena con la otra María para “ver el sepulcro” se coloca definitivamente en la tarde del sábado, sin estorbar las visitas que María Magdalena y también las otras mujeres hicieron en la mañana del domingo. Además, contribuye a evitar la creencia confusa de que el Señor pudo resucitar cuando esa primera visita a Magdalena, en cuyo caso la resurrección se habría realizado no el tercer día sino el segundo.



[1] Nota del Blog: Hay otra respuesta más sencilla todavía y que no contradice a la que da el autor, y es que San Mateo no cuida nunca de colocar los hechos en su lugar propio, como así tampoco en nombrar las personas que intervienen sino que tiende a utilizar las generalizaciones: cfr. Mt. XXI, 20 y Mc. XI, 21; Mt. XXIV, 3 y Mc. XIII, 3, etc.